La Familia; construcción
social o impulso biológico
Por
paradigmas sociales y utopías religiosas hemos confundido lo biológico con lo
social, y hemos con ello condenado a muchos niños al sufrimiento, al maltrato,
al abuso y al dolor, no solo físico sino psicológico, que los acompaña por el
resto de sus vidas con el nombre de trastornos afectivos o psiquiátricos. La
procreación es un acto biológico impulsado por el deseo sexual que cualquier
animal lleva a cabo, pero la familia es una construcción social que implica un
mínimo entrenamiento emocional que supera
el instinto biológico para poder proteger a los nuestros, y en especial a los
más débiles.
Las
ciencias sociales llaman a la Familia la “Célula” principal de la sociedad, lo
que pocos analizan o saben es que la familia es una invención cultural de
nuestra sociedad, con la cual se ha permitido al hombre avanzar y progresar en
casi todos los ámbitos (económico, político, social, espiritual y como especie).
El ser humano, como cualquier otro
animal, tiene el instinto de protección a sus crías; con esto la naturaleza
asegura que las especies perduremos y progresemos en el tiempo, pero este
instinto disminuye en la medida que las crías crecen y que en ellas también genera
la necesidad de abandonar el nido y crear su propio espacio. Aunque siendo sinceros, los bebés humanos
parecen ser los cachorros que más tiempo de cuidado requieren por parte de sus
padres para poder asumir autonomía en lo más básico. Al hombre como a cualquier
otro animal, este instinto de proteger a sus crías se le agota, pero su cerebro
desarrollado le ha permitido analizar la conveniencia de formar un núcleo que
se sostenga en el tiempo y que le permita seguir protegiendo a todos los
miembros de su familia, esto es, a sus descendencia, pareja y otros que se
anexan por diferentes circunstancias.
Lo
anterior nos lleva a analizar que no todos estamos preparados para establecer
una familia, pues no es nuestro instinto biológico el que actúa, es más bien un
acto persistente de voluntad, tolerancia
y amor. Es por ello que aunque no nos guste aceptarlo, no todas las “familias”
funcionan o son el espacio ideal para sus miembros, y en especial para los más
pequeños y vulnerables. Muchas son las personas que establecen una “familia”
por obligación, por error, por seguir las costumbres sociales, o peor aún,
creyendo que es una tendencia divertida de seguir una tradición sin estar preparado
para ello. Formar una familia implica tener la capacidad de proteger a otros,
tolerar la diferencia, dar ejemplo, persistir en lo bueno a pesar de las
circunstancias, hacer sacrificios personales para el bien de todos sus
miembros, procurar la felicidad de cada uno, y en especial una cantidad
ridícula de amor. Debemos ser muy sinceros con nosotros mismos: no todos tenemos
esas cualidades, o al menos no tan desarrolladas. Y en esto se debe aplaudir a
los Millennials (nacidos entre 1981 y 1995), ya que muchos de ellos manifiestan
abiertamente no querer ser padres, unos porque argumentan que este mundo no es
apto para que más personas nazcan, y otros porque reconocen que no tienen la
capacidad emocional para proteger a otro ser y dejar a un lado muchos de sus
sueños; que en su gran mayoría están relacionados con la aventura, los viajes y
la academia.
El
ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar) tiene un comercial (no sé si
aún se emite), en el cual se muestra a un par de hermanos que luego de salir de
la escuela van por la calle evidentemente felices con las cosas pequeñas que la
vida les comparte, y parece que nada de lo que pueda amenazarlos en la calle
altera esa felicidad, pero su expresión cambia a miedo al llegar a la puerta de
su casa. El comercial finaliza con un locutor que sentencia: “Para algunos niños su casa no es el mejor
sitio para estar seguros”, nada más cierto que esto, para algunos su casa y
su familia es el lugar donde menos seguros están. Obviamente esta explicación
no es una excusa para estos maltratadores y abusadores, pero explica por qué
algunos que por su biología fueron padres, no logran emocionalmente proteger y
hacerse cargo de sus retoños, pues incluso muchos los usan para su beneficio
propio como objetos o empleados a su servicio.
Ojala
en las escuelas, en los colegios y en todas las instituciones educativas se
estableciera una cultura que le permita a los más jóvenes desarrollar y pulir
esas cualidades que se necesitan para establecer una familia o simplemente para
vivir en paz, esas cualidades que sostienen la unión cuando el instinto de
protección disminuye, y el amor y la tolerancia lo deben sustituir, ojala los
centros de educación formen desde la libertad, la cooperación, la solidaridad,
el respeto y la inclusión, y no desde la competencia y el canibalismo que permite
a las personas que se destaquen aunque implique pisotear al otro. No hablo que
se eduque para establecer familia, hablo de educar para amar, convivir y
proteger, ya cada uno escoge que quiere hacer con esas habilidades, pues en este
sentido, decidir no tener hijos ni establecer una familia también es un acto de
amor.
La
familia si es el núcleo fundamental de la sociedad, y como tal deberíamos
prepararnos para ello, formarnos y perfeccionar
nuestras habilidades emocionales, no se lo dejemos solo a la naturaleza pues la
biología hace su tarea, que es procrear y garantizar la extensión de la
especie, pero el amor es un acto de voluntad y madurez emocional.
Iván Rendón Giraldo
Psicólogo