Lo bueno de lo malo, I
Sabemos que la
luz es luz porque conocemos la oscuridad, la alegría es mayor en la medida que
hemos experimentado la tristeza, y amamos más a alguien al estar con nosotros
cuando hemos vivido su ausencia. Negar el lado negativo de la vida no solo es
ilógico, sino que hace perder valor a lo positivo y que todo sea más confuso,
incluso si es positivo y bonito.
En 2002 una película
protagonizada por Al Pacino y Robin Williams, llamada “Insomnia”, contaba la historia de un
prestigioso detective de Los Ángeles, que junto a su compañero es enviado a un
pueblo de Alaska para investigar el asesinato de una adolescente. Aunque la
trama de la película es muy profunda y su mensaje se centra más en lo psicológico
y lo moral, en esta ocasión evoco esta producción para resaltar que a causa de
que el detective llega a este pueblo en verano, lo que en Alaska significa que
los días y las “noches” estén siempre iluminadas por el sol, es decir, el sol
nunca se pone y siempre hay luz de “día”, este personaje no puede dormir bien o
casi nada por la falta de oscuridad; que es a lo que su cerebro está
acostumbrado para entrar en estado de sueño, lo que lo lleva a que cometa
errores tontos de novato por falta de sueño y que el asesino se aproveche de
ello para manipular al agente a su favor.
… el día
pierde su significado si no hay noche, la luz no tendría su magia si no conociéramos
la oscuridad, lo bueno no sería tan bueno si no experimentáramos lo malo para
poderlo comparar, la alegría es tan placentera porque conocemos la tristeza.
Uso el ejemplo anterior
para destacar que todo en la vida necesita de sus opuestos para tener sentido y
ser lo que es, esto es, la vigilia (estar despierto) pierde su sentido cuando
no se puede dormir y la mente enloquece, de igual manera el día pierde su
significado si no hay noche, la luz no tendría su magia si no conociéramos la
oscuridad, lo bueno no sería tan bueno si no experimentáramos lo malo para
poderlo comparar, la alegría es tan placentera porque conocemos la tristeza. Lastimosamente
aunque parece muy lógico, actualmente la mayoría de nosotros no lo vemos así y
creemos que en nuestras vidas solo puede existir lo positivo y lo bueno, no
soportamos lo negativo y lo malo, y lo peor de todo es que lo evitamos a toda
costa llegando a extremos absurdos que irónicamente hacen que perdamos el
sentido de la vida, sin comprender que lo negativo da contexto a lo positivo y
que gracias a estos dos aspectos de la vida todo tiene sentido.
Hace poco analizaba con
una persona de mucha edad; una abuela, el porqué de la situación actual de la
mayor parte de los jóvenes de este país (Colombia), quienes parecieran que no
tienen valores que los guíen a sus tempranas edades, que no soportan la
frustración y se refugian en las drogas, el sexo irresponsable, las compras y
la vida nocturna (rumba), pero a la vez analizábamos porqué siendo de la misma
época, con acceso a las mismas tecnologías, a los mismos placeres y libertad,
otros jóvenes parecen tener una vida llena de sentido y logran aceptar la
frustración como parte de la vida, se permiten estar tristes sin por eso pensar
que es el fin de sus vidas y que todo ha perdido valor solo por experimentar
una pérdida o un duelo. Y concluíamos que la diferencia puede estar en que los
primeros están influenciados por la propaganda irresponsable del comercio y de
otros igualmente confundidos (artistas, influencer, youtuber), mientras que los
segundos logran pensar por sí mismos, y siempre han tenido a su lado personas
responsables que los alientan a cuestionar lo que la sociedad acepta como
cierto y normal, además de que no ven los valores como algo anacrónico o tonto,
sino como algo que les evita cometer muchos errores que otros en el pasado
pudieron superar y que por ello validaron lo que ahora conocemos como valores
morales y espirituales.
Hemos llegado
a tal punto de alienación de nuestras mentes que nos impacta más emocionalmente
lo que le pueda pasar un personaje de una serie de televisión o de una saga de
películas, que lo que le pueda suceder a un niño en la calle, a un animal
desamparado, a un anciano sin familia, a una familia desplazada o extranjera que
llega a nuestro país en busca de comida y mejor vida.
En psicología se habla
de eventos privados refiriéndose a lo que sucede en la psique de una persona al
analizar una situación y generar un significado a partir de lo que para ella es
importante, en un contexto, y teniendo en cuenta toda su historia de vida
(experiencias). No es posible que si todos tenemos eventos privados diferentes,
una marca de zapatos o de ropa nos diga que nuestra felicidad está en comprar y
lucir sus productos, que una empresa de telefonía celular nos dicte que lo más
importante para una persona no es lo que sientas por ella, sino que se lo hagas
saber por medio de una red social o de un celular. Hemos llegado a tal punto de
alienación de nuestras mentes que nos impacta más emocionalmente lo que le
pueda pasar un personaje de una serie de televisión o de una saga de películas,
que lo que le pueda suceder a un niño en la calle, a un animal desamparado, a
un anciano sin familia, a una familia desplazada o extranjera que llega a nuestro país en busca de comida y mejor vida. Todo esto porque no soportamos el
dolor, la frustración, la pérdida, lo real, y sentir empatía por un personaje
ficticio no compromete nuestros recursos emocionales, mientras que
responsabilizarnos de nuestra vida propia y social; con lo bueno y lo malo,
implica involucrarnos realmente y “untarnos” de realidad, pues nos han enseñado
a no soportar algo si no es color rosa, bonito, amable, lleno de cosas
materiales, de personas “bonitas”, ricas, “perfectas”.
El dolor, la pérdida,
la frustración, los duelos, lo negativo, hacen parte de la vida, son reales y
nos debemos permitir sentirlos cuando aparecen, evitarlos hará que lo bueno, lo
bonito, lo positivo, lo agradable, o tener a alguien al lado, pierdan su sentido por no haber
un contexto para compararlos, y finalmente todo pierda significado, lo que sirve
para explicar en gran parte por qué personas que lo tienen “todo” pierden el
amor por la vida y prefieren renunciar a ella.
Iván Rendón Giraldo.
Psicólogo de Habitus