Drogas: lo ilógico de la guerra y lo
lógico de la prevención
Hace poco estaba en una
librería de mi ciudad mirando títulos con la intención de llevarme a casa un
libro, mientras leía algunas portadas que me llamaron la atención no pude
evitar escuchar la conversación que sostenían una pareja con el dependiente de
la librería, en la cual le preguntaban por un libro que su hijo de 12 años
debía leer para el colegio, a lo cual el señor les respondió mostrando dicho
libro en su versión completa. Los padres se miraron entre ellos y luego
preguntaron al unísono si tenía un resumen del libro, añadiendo que a su hijo
no le gustaría y que les reprocharía que lo pusieran a leer un libro completo.
Es probable que en un futuro estos mismos padres le reprochen a su hijo el no
ser buen lector (porque la universidad se lo exija o su trabajo), sin
reflexionar que aportaron a dicha situación. La jerarquía de nuestras
necesidades no parece estar relacionada con lo que esperamos de la vida, pero
insistimos en esperar resultados diferentes y culpamos a otros de nuestras
frustraciones porque no es cómodo
aceptar nuestra doble moral.
La problemática que
plantea el consumo y la adicción a las Sustancias Psicoactivas (SPA) en todo el
mundo es más compleja que pensar si deben ser legales, o si se deben seguir
generando estrategias en contra de su comercialización y consumo. Deberíamos
primero pensar que la violencia que se genera en torno estas sustancias,
obviamente es producto de su aspecto ilegal y de la satanización que la mayor parte
de la sociedad hace de ellas, luego debemos reflexionar sobre lo que las
personas buscan a través de su consumo; que de acuerdo a las ciencias de la
salud y a las ciencias humanas es: modificar su conciencia de tal forma que
puedan con ello alcanzar estados modificados diferentes a los que normalmente
experimentan. Después deberíamos analizar que, aunque unas tienen
características que pueden generar más adicción que otras, en general las SPA
no producen adicción por sí solas, pues
necesitan del concurso de las condiciones fisiológicas y químicas de la
persona, además de los estados emocionales en los que consume dichas sustancias
y de la vulnerabilidad psíquica (herencia de trastornos mentales o experiencias
traumáticas propias), y sólo cuando ciertas condiciones se cumplen, se pueden
generar adicciones o huellas psíquicas en el sujeto. Por último, todos debemos
aceptar que hemos aportado a la problemática y que la ruta más fácil que
encontramos para ocultar el daño es satanizar y, casi siempre dejar que sean
otros los que enfrenten esta situación, es decir, arrinconar socialmente a los
adictos, y que sean otros como las ONG, los médicos y las personas con alma de
“Santos” los que se ocupen de estas problemáticas y que nosotros podamos mirar
a otro lado con total disimulo.
(Recomendado:
“La adicción requiere mucho más que la droga para su aparición”, en este mismo
blog). http://habitusproyectosocial.blogspot.com/2018/03/la-adiccion-requiere-de-mucho-mas-que.html
Si tenemos la valentía
de mirar la situación a los ojos, nos daríamos cuenta que la problemática no es
la sustancia, y menos la connotación “maldita” que socialmente le hemos
asignado, la situación relevante es la adicción que las personas establecen a
la sustancia. Pero es más fácil hacer juicios de valor a los “drogodependientes”,
poder esquivar sin ningún remordimiento la evidencia de que existen otras
adicciones mucho más comunes y notoriamente más graves, pero aceptadas socialmente, y por ende, no satanizadas tales
como: la adicción a la violencia, al sexo, al dinero, al alcohol, adicción a
las compras, a la religión, a las emociones negativas, a la adrenalina, y que
en su gran mayoría han provocado las mayores masacres en la historia, guerra
santas y mundiales, las mayores quiebras económicas, niños muriendo de hambre y
sed, en fin, las más vulgares injusticias que hemos podido generar como
humanidad.
A pesar de haber
demostrado que la prevención es la mejor manera que enfrentar cualquier
situación potencialmente grave, que sabemos que la “Lucha contra las drogas” ha
fracasado y sólo alimenta la guerra, el consumo y los bolsillos de pocos, aun
así seguimos creyendo el cuento que las drogas son el “demonio” a vencer. No
hay “demonio” a vencer, en lo que debemos enfocarnos es en enamorar a los
“ángeles” y ponerlos del lado de la vida. Cuando hablo de “enamorar a los
ángeles” me refiero a enamorar a los niños y jóvenes de la vida, pero no de una
buena vida, sino de una vida placentera y llena de sentido. Seguir culpando a
los adictos de su problema es enfermizo y perpetúa la situación, pues una vida
sin sentido enloquece. Despertar cada día con la sensación de no tener más
motivo para respirar que no morir de hambre, escapar de quien te abusa física,
psicológica y sexualmente, o sentir el desprecio de quien se supone te debe
proteger (en el caso de los niños víctimas de la negligencia de sus
cuidadores), sentir que tu vida es controlada por cualquiera menos por ti es
algo que marchita el alma, y si a tu alcance hay una alternativa que te da
“control” y placer (ese que no conoces en otras circunstancias), pues corremos
a usarla para no morir de tristeza, de dolor.
¿Qué necesitaremos para
dejar de comernos el cuento? La prevención es hasta ahora la mejor herramienta.
Luego de la invención de las vacunas la humanidad dejó de hablar de pandemias
que arrasaban con pueblos enteros, luego de que las comadronas (parteras)
empezaran a lavarse las manos para atender un alumbramiento desapareció la
fiebre del parto, luego de la aparición de los métodos anticonceptivos dejamos
de tener familias de hasta 20 hijos muertos de hambre y madres consumidas sin
misericordia por los embarazos, los partos y la crianza. Entonces no es lógico
que sigamos creyendo en la “guerra contra las drogas” que ha demostrado su
ineficacia, y dudemos de la prevención que ha demostrado hasta la saciedad su
eficacia.
Una sociedad que cree
que el arte, el deporte y las bibliotecas son gastos y no inversiones para la
educación, en la que un partido de fútbol despierta más pasiones que las
elecciones presidenciales que pueden definir el futuro de nuestros hijos, una
sociedad que deja la crianza de sus niños a la televisión y en la que una
persona se endeuda para comprar un celular de última tecnología, pero que
reniega por considerar que un libro es muy costoso, o peor aún, muy largo (y
por ello no lo compra), es obviamente una sociedad que se centra en los
placeres momentáneos, que no cree en los placeres trascendentales, no cree en
la felicidad sino en la alegría, y por ello no consideramos que la prevención
sea la solución, creemos mejor que sí lo es encerrar a los adictos,
condenarlos, producir penas más drásticas para las dosis personales, y todo lo
que no implique comprometernos como sociedad, eso es mejor, es menos complejo y
deja intacta nuestra doble moral.
“Creo que lo que sabemos sobre el tratamiento de las mentes y los
cerebros trastornados nos aporta poca información sobre cómo prevenir tales
trastornos. Los progresos alcanzados en la prevención de la enfermedad mental
se debe al hecho de reconocer y desarrollar una serie de fortalezas,
capacidades y virtudes en la gente joven, tales como la visión de futuro, la
esperanza, las habilidades interpersonales, el valor, la fluidez, la fe y la
ética laboral. El ejercicio de tales fortalezas actúa como barrera contra las
tribulaciones que hacen que las personas
corran el riesgo de sufrir enfermedades mentales. En una persona joven que
corra un riesgo genético de padecer depresión, ésta puede evitarse
desarrollando sus capacidades de optimismo y esperanza. Un joven de las zonas
urbanas deprimidas, que corre peligro de caer en la drogadicción debido al
tráfico de drogas que se produce en su barrio, es mucho menos vulnerable si
tiene visión de futuro, consigue desarrollarse gracias a los deportes y cuenta
con una buen ética laboral. No obstante, potenciar las fortalezas como barrera
es ajeno al modelo de enfermedad, que sólo plantea compensar carencias”. Martín E. P. Seligman, (La auténtica
felicidad. pág. 48).
Ahora, legalizar las
SPA obviamente no sería la solución a la problemática de las adicciones, pero
es evidente que sería otra alternativa que mejoraría el panorama para enfrentar
los verdaderos problemas sociales, y tal vez los primeros beneficios que
tendríamos estarían relacionados con los precios en el mercado; lo que
actualmente hace millonarios a unos pocos y en poco tiempo, además de la violencia
que genera por ser un mercado ilegal. Si el proceso de legalización se acompaña
de pedagogía para la disminución de su consumo, y los gobiernos se centran en
entregar a sus ciudadanos todas las oportunidades para acceder a la mejor
calidad de vida posible, es muy seguro que podremos ver la extinción de esta
problemática sin necesidad de seguir matándonos entre nosotros para evitar que
sea una sustancia las que nos mate. No es algo que se logra en dos o tres años,
es un proceso de puede llevar décadas, pero que una vez se logre es una cultura
que queda arraigada en nosotros por generaciones tal como lo puede evidenciar
Islandia. (http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-38932226?ocid=wsmundo.chat-apps.in-app-msg.whatsapp.trial.link1_.auin).
Iván Rendón Giraldo, Psicólogo