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viernes, 29 de junio de 2018

Drogas: lo ilógico de la guerra y lo lógico de la prevención



Drogas: lo ilógico de la guerra y lo lógico de la prevención




Hace poco estaba en una librería de mi ciudad mirando títulos con la intención de llevarme a casa un libro, mientras leía algunas portadas que me llamaron la atención no pude evitar escuchar la conversación que sostenían una pareja con el dependiente de la librería, en la cual le preguntaban por un libro que su hijo de 12 años debía leer para el colegio, a lo cual el señor les respondió mostrando dicho libro en su versión completa. Los padres se miraron entre ellos y luego preguntaron al unísono si tenía un resumen del libro, añadiendo que a su hijo no le gustaría y que les reprocharía que lo pusieran a leer un libro completo. Es probable que en un futuro estos mismos padres le reprochen a su hijo el no ser buen lector (porque la universidad se lo exija o su trabajo), sin reflexionar que aportaron a dicha situación. La jerarquía de nuestras necesidades no parece estar relacionada con lo que esperamos de la vida, pero insistimos en esperar resultados diferentes y culpamos a otros de nuestras frustraciones  porque no es cómodo aceptar nuestra doble moral.


La problemática que plantea el consumo y la adicción a las Sustancias Psicoactivas (SPA) en todo el mundo es más compleja que pensar si deben ser legales, o si se deben seguir generando estrategias en contra de su comercialización y consumo. Deberíamos primero pensar que la violencia que se genera en torno estas sustancias, obviamente es producto de su aspecto ilegal y de la satanización que la mayor parte de la sociedad hace de ellas, luego debemos reflexionar sobre lo que las personas buscan a través de su consumo; que de acuerdo a las ciencias de la salud y a las ciencias humanas es: modificar su conciencia de tal forma que puedan con ello alcanzar estados modificados diferentes a los que normalmente experimentan. Después deberíamos analizar que, aunque unas tienen características que pueden generar más adicción que otras, en general las SPA no  producen adicción por sí solas, pues necesitan del concurso de las condiciones fisiológicas y químicas de la persona, además de los estados emocionales en los que consume dichas sustancias y de la vulnerabilidad psíquica (herencia de trastornos mentales o experiencias traumáticas propias), y sólo cuando ciertas condiciones se cumplen, se pueden generar adicciones o huellas psíquicas en el sujeto. Por último, todos debemos aceptar que hemos aportado a la problemática y que la ruta más fácil que encontramos para ocultar el daño es satanizar y, casi siempre dejar que sean otros los que enfrenten esta situación, es decir, arrinconar socialmente a los adictos, y que sean otros como las ONG, los médicos y las personas con alma de “Santos” los que se ocupen de estas problemáticas y que nosotros podamos mirar a otro lado con total disimulo.


(Recomendado: “La adicción requiere mucho más que la droga para su aparición”, en este mismo blog). http://habitusproyectosocial.blogspot.com/2018/03/la-adiccion-requiere-de-mucho-mas-que.html


Si tenemos la valentía de mirar la situación a los ojos, nos daríamos cuenta que la problemática no es la sustancia, y menos la connotación “maldita” que socialmente le hemos asignado, la situación relevante es la adicción que las personas establecen a la sustancia. Pero es más fácil hacer juicios de valor a los “drogodependientes”, poder esquivar sin ningún remordimiento la evidencia de que existen otras adicciones mucho más comunes y notoriamente más graves, pero aceptadas  socialmente, y por ende, no satanizadas tales como: la adicción a la violencia, al sexo, al dinero, al alcohol, adicción a las compras, a la religión, a las emociones negativas, a la adrenalina, y que en su gran mayoría han provocado las mayores masacres en la historia, guerra santas y mundiales, las mayores quiebras económicas, niños muriendo de hambre y sed, en fin, las más vulgares injusticias que hemos podido generar como humanidad.

A pesar de haber demostrado que la prevención es la mejor manera que enfrentar cualquier situación potencialmente grave, que sabemos que la “Lucha contra las drogas” ha fracasado y sólo alimenta la guerra, el consumo y los bolsillos de pocos, aun así seguimos creyendo el cuento que las drogas son el “demonio” a vencer. No hay “demonio” a vencer, en lo que debemos enfocarnos es en enamorar a los “ángeles” y ponerlos del lado de la vida. Cuando hablo de “enamorar a los ángeles” me refiero a enamorar a los niños y jóvenes de la vida, pero no de una buena vida, sino de una vida placentera y llena de sentido. Seguir culpando a los adictos de su problema es enfermizo y perpetúa la situación, pues una vida sin sentido enloquece. Despertar cada día con la sensación de no tener más motivo para respirar que no morir de hambre, escapar de quien te abusa física, psicológica y sexualmente, o sentir el desprecio de quien se supone te debe proteger (en el caso de los niños víctimas de la negligencia de sus cuidadores), sentir que tu vida es controlada por cualquiera menos por ti es algo que marchita el alma, y si a tu alcance hay una alternativa que te da “control” y placer (ese que no conoces en otras circunstancias), pues corremos a usarla para no morir de tristeza, de dolor.

¿Qué necesitaremos para dejar de comernos el cuento? La prevención es hasta ahora la mejor herramienta. Luego de la invención de las vacunas la humanidad dejó de hablar de pandemias que arrasaban con pueblos enteros, luego de que las comadronas (parteras) empezaran a lavarse las manos para atender un alumbramiento desapareció la fiebre del parto, luego de la aparición de los métodos anticonceptivos dejamos de tener familias de hasta 20 hijos muertos de hambre y madres consumidas sin misericordia por los embarazos, los partos y la crianza. Entonces no es lógico que sigamos creyendo en la “guerra contra las drogas” que ha demostrado su ineficacia, y dudemos de la prevención que ha demostrado hasta la saciedad su eficacia.

Una sociedad que cree que el arte, el deporte y las bibliotecas son gastos y no inversiones para la educación, en la que un partido de fútbol despierta más pasiones que las elecciones presidenciales que pueden definir el futuro de nuestros hijos, una sociedad que deja la crianza de sus niños a la televisión y en la que una persona se endeuda para comprar un celular de última tecnología, pero que reniega por considerar que un libro es muy costoso, o peor aún, muy largo (y por ello no lo compra), es obviamente una sociedad que se centra en los placeres momentáneos, que no cree en los placeres trascendentales, no cree en la felicidad sino en la alegría, y por ello no consideramos que la prevención sea la solución, creemos mejor que sí lo es encerrar a los adictos, condenarlos, producir penas más drásticas para las dosis personales, y todo lo que no implique comprometernos como sociedad, eso es mejor, es menos complejo y deja intacta nuestra doble moral.

Creo que lo que sabemos sobre el tratamiento de las mentes y los cerebros trastornados nos aporta poca información sobre cómo prevenir tales trastornos. Los progresos alcanzados en la prevención de la enfermedad mental se debe al hecho de reconocer y desarrollar una serie de fortalezas, capacidades y virtudes en la gente joven, tales como la visión de futuro, la esperanza, las habilidades interpersonales, el valor, la fluidez, la fe y la ética laboral. El ejercicio de tales fortalezas actúa como barrera contra las tribulaciones que hacen que las  personas corran el riesgo de sufrir enfermedades mentales. En una persona joven que corra un riesgo genético de padecer depresión, ésta puede evitarse desarrollando sus capacidades de optimismo y esperanza. Un joven de las zonas urbanas deprimidas, que corre peligro de caer en la drogadicción debido al tráfico de drogas que se produce en su barrio, es mucho menos vulnerable si tiene visión de futuro, consigue desarrollarse gracias a los deportes y cuenta con una buen ética laboral. No obstante, potenciar las fortalezas como barrera es ajeno al modelo de enfermedad, que sólo plantea compensar carencias”. Martín E. P. Seligman, (La auténtica felicidad. pág. 48).


Ahora, legalizar las SPA obviamente no sería la solución a la problemática de las adicciones, pero es evidente que sería otra alternativa que mejoraría el panorama para enfrentar los verdaderos problemas sociales, y tal vez los primeros beneficios que tendríamos estarían relacionados con los precios en el mercado; lo que actualmente hace millonarios a unos pocos y en poco tiempo, además de la violencia que genera por ser un mercado ilegal. Si el proceso de legalización se acompaña de pedagogía para la disminución de su consumo, y los gobiernos se centran en entregar a sus ciudadanos todas las oportunidades para acceder a la mejor calidad de vida posible, es muy seguro que podremos ver la extinción de esta problemática sin necesidad de seguir matándonos entre nosotros para evitar que sea una sustancia las que nos mate. No es algo que se logra en dos o tres años, es un proceso de puede llevar décadas, pero que una vez se logre es una cultura que queda arraigada en nosotros por generaciones tal como lo puede evidenciar Islandia. (http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-38932226?ocid=wsmundo.chat-apps.in-app-msg.whatsapp.trial.link1_.auin).

Iván Rendón Giraldo, Psicólogo

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