¡Pasión por la vida!, al transformar emociones que inspiren innovación humana.

sábado, 22 de junio de 2019

La cotidianidad en un centro especializado en adicciones y salud mental: Del castigo a la esperanza.


La cotidianidad en un centro especializado en adicciones y salud mental: Del castigo a la esperanza.


Seres humanos “sin valores, crueles, negativos, inmorales (hasta que ingresan a tratamiento)” versus esperanza, oportunidad, talento, cualidades. Estas son las contraposiciones que conversan en un lugar donde la ilusión por superar una adicción es el factor común que reúne a cientos de personas al año.


Seres humanos con talentos, cualidades, valores y principios, son las personas que allí conviven. Sus experiencias en calle, en centros penitenciarios, el maltrato, las drogas, el abandono, la desesperanza, la desilusión por la vida, las muertes violentas, los delitos son los temas que con mayor frecuencia median las conversaciones informales.

En el lugar habitan 30 personas y más de 90 ilusiones por tener vidas diferentes, y aunque constantemente ellos se autoetiquetan como seres humanos “sin valores, crueles, negativos, inmorales (hasta que ingresan a tratamiento)”, la visión de un porcentaje importante del equipo psicosocial que los ayuda es diferente: esperanza y oportunidad de vida son las palabras que componen los lentes de los profesionales.

Pero, ¿Porque se presenta esta contraposición hablando de los mismos seres humanos?
El miedo se irradia en la mirada de los residentes, la desesperación y la esperanza por encontrar una solución definitiva al sufrimiento que han experimentado incluso mucho antes de iniciar con el consumo y abuso de sustancias psicoactivas es un factor común a la mayoría, seres humanos que se culpabilizan a diario y se autoflagelan por anestesiar las emociones que quizás no les enseñaron a manejar, o por experimentar frustración en una situación en la que era probable fallar y por lo tanto se podía haber manejado en compañía de figuras parentales.

Ingenieros civiles, chefs, docentes, ingenieros eléctricos,  administradores de empresas, formadores, sociólogos, mecánicos, maestros de obra, padres, hermanos, hijos, dibujantes excepcionales, psicólogos en formación, filósofos, entre otros, son los mismas personas que se quitan valor por los paradigmas sociales que durante varios años los invalidaron y enseñaron a ellos y a sus familiar a ver el consumo de sustancias psicoactivas como un PROBLEMA MORAL que necesita del palo y el rejo para poder “curarlo”. Es así como en los tratamientos residenciales se demandan constantemente castigos fuertes, “voces muy enérgicas (gritos)”, tratos denigrantes, degradantes, sufrimientos físico y psicológico, por nombrar algunos, para poder “curarse”; paradigma que se traduce en “la letra con sangre entra”.

¿Para cuándo los sueños, la esperanza y la ilusión? Para cuando cada uno a su ritmo va construyendo el barco en que ira a navegar (metáfora que media los espacios terapéuticos y pedagógicos para explicar que no se trata de buscar un mar en calma, sino de estar preparado para enfrentar cualquier tormenta que se presente), los tripulantes que conformaran su equipo y los insumos que podría utilizar para resistir a las dificultades. Desde esta posición, cada residente ha logrado trascender la adicción como el problema moral que les quitaba valor para la sociedad y por el contrario ha permitido crear rutas de navegación (metas – sueños) que los moviliza a tomar acción en sus vidas.

 Daniela Vallejo Jaramillo, Trabajadora Social de Habitus.

jueves, 13 de junio de 2019

Autodisciplina para construir el cerebro que necesitamos


Autodisciplina para construir el cerebro que necesitamos


La plasticidad del cerebro humano, la autoconciencia y la voluntad, además de un ambiente favorable, son factores que nos pueden ayudar a construir el cerebro que necesitamos para lograr autorrealizarnos; sólo es hacer la tarea y dejar de quejarnos. 


El físico Albert Einstein fue tal vez uno de los primeros científicos en poner de moda la ciencia, y al popularizarla se ganó el aprecio y el odio de muchos, fue por ello que al morir, su cerebro; que tanto nos ha fascinado, fue extirpado para ser luego estudiado. En un principio éste fue hurtado por el médico al que fue confiado para su estudio, pero en la década de los 80 del siglo pasado fue recuperado y entregado a una de las mejores científica del planeta, la doctora Marian Daimond de la Universidad de California Berkeley, asegurándose esta vez que su estudio sería llevado a cabo y expuestos al mundo los resultados de dicho análisis.

Lo particular de esta historia es que la científica al exponer los resultados al mundo en una rueda de prensa dijo que encontró que el cerebro de Einstein tenía más células Gliales por neurona que cualquier otro ser humano. Estas células sirven de apoyo a las neuronas en el procesamiento de la información. La doctora Diamond finalizó su intervención con una sentencia que a muchos nos cuestionó. Resumiendo, la científica dijo que habían dos explicaciones para el desarrollo “anormal” del cerebro de Einstein: la primera, y menos incómoda para el resto de los mortales, es que Albert Einstein nació privilegiado por la naturaleza, lo que es muy poco probable dadas las evidencias y el promedio de las personas. La segunda explicación, y muy incómoda para el común de nosotros, es que este científico prodigioso nació como un niño normal, pero que su curiosidad por el mundo lo llevó a que desarrollara más células Gliales y su cerebro por ello fuera notoriamente diferente al resto, es decir, que cualquiera podría desarrollar las capacidades mentales de Einstein si se decidiera a darle rienda suelta a su curiosidad, pero a la gran mayoría de nosotros nos falta algo que a Albert le sobraba: autodisciplina y autorregulación.

Definitivamente todos los humanos vivimos en un mundo con infinidad de estímulos, entre ellos, la opinión que nosotros mismos y otros tienen de lo que somos, lo cual es inevitable. Algunos procesan toda la información que les llega, acumulan datos inservibles y se confunden en dilemas vacíos, otros en cambio deciden filtrar dicha información y sólo procesar aquella que les es útil para su autorrealización, es decir, procesan aquella que les es halagadora, y dejan pasar aquella que los ataca y no les aporta para avanzar. Para lograr esto se necesita desarrollar autonomía a través de la metacognición (pensar acerca de lo que pensamos) y la metaemoción (regulación de nuestras emociones, sensaciones e impulsos a voluntad), lo cual no es sencillo, pero posible para aquellos que se empeñan en lograrlo.

Resultado de la autonomía, y teniendo claridad sobre lo que queremos y nos conviene para autorrealizarnos, las personas podemos desarrollar una capacidad asombrosa de dirigir la atención y filtrar la información del ambiente, lo cual puede llegar incluso a afectar nuestra genética. La Epigenética ha demostrado que el hecho de heredar un conjunto de genes no es suficiente para hacer predicciones de cómo seremos, pues estos tienen una especie de interruptor bioquímico que solo se enciende si el ambiente lo favorece, es decir, que es afectado por la forma en que pensamos, lo que comemos, lo que aprendemos, la estimulación y lo que filtramos a nuestra mente, en consecuencia, da lo mismo si nacemos con ellos o no, si el ambiente no los favorece.

Los más recientes estudios del cerebro nos explican que este órgano es plástico, que se transforma hasta el último día de nuestras vidas, que no es estático como se pensaba, y que el nivel de su transformación depende de la estimulación, el ambiente y la forma de percibirnos a nosotros mismos.

Queda entonces cuestionarnos si preferimos quejarnos de nuestras circunstancias y “suerte”, o ponemos manos a la obra, dejamos la pereza mental y asumimos la responsabilidad de transformar nuestro cerebro;  uno de nuestros mayores privilegios como seres vivos.




Iván Rendón Giraldo, Psicólogo de Habitus.