La
cotidianidad en un centro especializado en adicciones y salud mental: Del
castigo a la esperanza.
Seres
humanos “sin valores, crueles, negativos, inmorales (hasta que ingresan a
tratamiento)” versus
esperanza, oportunidad, talento, cualidades. Estas son las contraposiciones
que conversan en un lugar donde la ilusión por superar una adicción es el
factor común que reúne a cientos de personas al año.
Seres humanos con talentos,
cualidades, valores y principios, son las personas que allí conviven. Sus
experiencias en calle, en centros penitenciarios, el maltrato, las drogas, el
abandono, la desesperanza, la desilusión por la vida, las muertes violentas,
los delitos son los temas que con mayor frecuencia median las conversaciones
informales.
En el lugar habitan 30
personas y más de 90 ilusiones por tener vidas diferentes, y aunque constantemente
ellos se autoetiquetan como seres humanos “sin valores, crueles, negativos,
inmorales (hasta que ingresan a tratamiento)”, la visión de un porcentaje
importante del equipo psicosocial que los ayuda es diferente: esperanza y
oportunidad de vida son las palabras que componen los lentes de los
profesionales.
Pero, ¿Porque se presenta
esta contraposición hablando de los mismos seres humanos?
El miedo se irradia en la
mirada de los residentes, la desesperación y la esperanza por encontrar una
solución definitiva al sufrimiento que han experimentado incluso mucho antes de
iniciar con el consumo y abuso de sustancias psicoactivas es un factor común a
la mayoría, seres humanos que se culpabilizan a diario y se autoflagelan por
anestesiar las emociones que quizás no les enseñaron a manejar, o por
experimentar frustración en una situación en la que era probable fallar y por
lo tanto se podía haber manejado en compañía de figuras parentales.
Ingenieros civiles, chefs,
docentes, ingenieros eléctricos,
administradores de empresas, formadores, sociólogos, mecánicos, maestros
de obra, padres, hermanos, hijos, dibujantes excepcionales, psicólogos en
formación, filósofos, entre otros, son los mismas personas que se quitan valor
por los paradigmas sociales que durante varios años los invalidaron y enseñaron
a ellos y a sus familiar a ver el consumo de sustancias psicoactivas como un
PROBLEMA MORAL que necesita del palo y el rejo para poder “curarlo”. Es así
como en los tratamientos residenciales se demandan constantemente castigos
fuertes, “voces muy enérgicas (gritos)”, tratos denigrantes, degradantes, sufrimientos
físico y psicológico, por nombrar algunos, para poder “curarse”; paradigma que
se traduce en “la letra con sangre entra”.
¿Para
cuándo los sueños, la esperanza y la ilusión? Para cuando cada uno a su ritmo
va construyendo el barco en que ira a navegar (metáfora que media los espacios
terapéuticos y pedagógicos para explicar que no se trata de buscar un mar en
calma, sino de estar preparado para enfrentar cualquier tormenta que se
presente), los tripulantes que conformaran su equipo y los insumos que podría
utilizar para resistir a las dificultades. Desde esta posición, cada residente
ha logrado trascender la adicción como el problema moral que les quitaba valor
para la sociedad y por el contrario ha permitido crear rutas de navegación
(metas – sueños) que los moviliza a tomar acción en sus vidas.
Daniela Vallejo Jaramillo, Trabajadora Social de Habitus.