Ayudar al otro implica dejarlo ser
Actualmente con la
proliferación de las redes sociales, tenemos acceso a gran cantidad de
información. Es maravilloso ver vídeos en los que matemáticos resuelve problemas
de esta área del conocimiento de maneras aparentemente fáciles y diversas,
operaciones que para la mayoría de nosotros son complejas y casi imposibles de
resolver con los métodos que en la escuela nos mostraron, pero en ambos casos
se llega al mismo resultado, es decir, que varios métodos son válidos para
llegar a la resolución de una operación matemática. Con esto es inevitable que
me pregunte: ¿si para un área del conocimiento que es exacta existen varias
formas de llegar a un mismo resultado, por qué algunos profesionales insisten
en querer obligar a los niños a los adolescentes a que vayan al mismo ritmo, o
peor aún al ritmo que ellos consideran que es el correcto?
Hace poco en una
conversación que sostenía con una joven profesional del área social, ella
dilucidaba sobre un tema que le causaba curiosidad. Me expresaba ella que le
llamaba la atención el por qué no todos los profesionales del área social
lograban que sus clientes, y en especial los niños y adolescentes se abrieran
con ellos y así tener acceso a su
historia de vida; lo cual obviamente es lo que el profesional necesita para
poder hacer un mejor acompañamiento a su cliente. Resulta que algunos
profesionales (psicólogos, trabajadores sociales, profesionales en desarrollo
familiar, pedagogos, docentes) logran empatizar fácilmente con sus clientes
niños y adolescentes, lo que les facilita el trabajo de ser acompañantes en un
proceso terapéutico y de aprendizaje, pues conocer a la persona es tal vez lo
único que le puede garantizar al profesional que su trabajo tendrá avances
significativos.
Concluíamos con la
joven profesional que la humildad es tal vez lo que hace que la relación
cliente – profesional avance en esa “intimidad”
tan necesaria. La Real Academia Española
define la Humildad así: “Virtud que
consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en
obrar de acuerdo con este conocimiento”, y es esto lo que hace que un niño
o adolescente perciba a su acompañante como una persona auténtica, generando la
confianza suficiente para abrir su alma y su historia de vida como un libro. Cualquier
persona; niño, adolescente o incluso adulto, solo contará sus más íntimas
experiencias y pensamientos a quien perciba como sincero en sus intenciones, es
decir, que desea escuchar sin juzgar, sin dar consejos prefabricados y que
además no usará esa información como evidencia para demostrar que esa vida está
mal vivida.
En la fabulosa película
animada “Kung Fu Panda”, el maestro Oogway (Que es la tortuga, para mayor
claridad del lector), dice a su discípulo, el también maestro, Shifu (quien
parece ser un hámster) que el Panda jamás podrá cumplir su destino de ser el “Guerrero
Dragón” si él, Shifu, no cree que lo pueda hacer. Tras muchas explicaciones de
Shifu sobre el por qué Po (el Panda) no es, ni podrá llegar a ser el “Guerrero
Dragón”, su maestro le explica claramente que eso no es su trabajo, y que así
como una semilla de durazno contiene en su interior todo lo que se necesita
para desarrollar un árbol completo con sus raíces, con sus ramas y hojas, con
la capacidad de producir flores y luego frutos por muchos años; así él lo único
que tiene que hacer con Po es generarle le ambiente ideal, cuidarlo y animarlo
para que llegue a cumplir su destino como el “Guerrero Dragón”, pues todo lo
necesario está dentro de ese Panda, así en ese momento no se vea, tal como en
una semilla de durazno a simple vista no notemos que contiene todo lo necesario
para llegar a ser un melocotonero (Prunus
pérsica).
Tal vez la magia, o lo
complejo (como cada quien lo quiera ver) de trabajar con personas, y sobre todo
cuando este trabajo es con sus emociones, pensamientos e historia de vida, es
que el terapeuta también es persona, y por ende también tiene sus propias
emociones, pensamientos e historia de vida, como también tiene una filosofía de
vida personal que incluye qué es correcto e incorrecto para él. Pero el terapeuta
o docente comprometido comprende que sus creencias son producto de unas
condiciones específicas de su propia vida, que así la categorizó para poder
entenderla y resolver los retos que se le presentaron, pero que claramente no
es la realidad y que por ende existen muchas realidades que requieren otras
formas de vivir y de pensar. Sin esa comprensión no es posible ayudar a otros a
encontrar su potencial.
En ese sentido, un terapeuta,
por ejemplo un psicólogo, aprende cada día y con cada cliente, pues a cada
instante es retado a comprender diferentes formas de ver la vida, y si llegara
a pensar que sabe cómo solucionar la vida del otro o dar consejos (fórmulas
precisas), estaría simplificando la vida del otro y su realidad a niveles
infantiles y básicos que en nada podrán aportar, y sí perjudicar. En el argot de
la profesión social el término “escucha
activa” se refiere a estar presente en la conversación sin más que la
atención, es decir, sin estar analizando, sin la cognición, solo con la
atención, lo cual no es nada fácil y algunos profesionales no logran
desarrollar. Aunque puede ser una habilidad innata en las personas, también es
algo que se puede desarrollar con trabajo y disciplinando la mente, pero en
especial tomando distancia de nuestras propias creencias; no para cambiarlas,
sino para tener la capacidad de observar otras e incluso interactuar con ellas
sin temor alguno, y luego regresar a las nuestras sanos y salvos. Es una
capacidad maravillosa que los seres humanos en situaciones de vulnerabilidad
agradecen cuando la perciben en otro, pues pueden abrirse sin temor a estas
personas.
Escuchar al otro de
manera activa implica ser valiente, tener el valor de aceptar que nuestra vida
no está resuelta y que lo que hacemos con el otro en ese momento es temporal,
que en esa situación podemos ayudar, pero que en cualquier otra seremos nosotros
los que necesitemos ayuda, ese instante es sólo una posición, no una realidad
absoluta, que nuestra verdad no es la única, y que las otras son tan válidas
como la nuestra.
Un profesional del área
social perjudica profundamente a sus clientes cuando no logra comprender que
existen otras formas de vivir y qué el otro transformará la suya sólo cuando lo
quiera hacer, y será porque llegue a la conclusión de que para ser feliz la
debe transformar, no antes, y no porque se le aconseje. Cuando nos dedicamos a
criticar y a imponer nuestra forma de ver la vida, el otro se cierra y pierde
confianza en nosotros, o en el peor de los casos intenta vivir su vida con las “recetas”
que el profesional le da, lo que irremediablemente lo hará más infeliz, pues
sale de una condición que lo hace vulnerable al sentir que no la controla y
entra en otra que él no construyó, es decir, sigue sin contralar su vida, y es al
sentir que no controlamos nuestra vida lo que nos hace infelices, según los
psicólogos.
Comprender que es el
profesional quien se debe adaptar al cliente y que éste tiene su propio ritmo,
no es fácil, y muchos no lo comprenden, dedicándose a dar consejos
prejuiciosos, a criticar constantemente y a mostrarse como aquel que tiene la
clave de la felicidad, lo cual no es verdad para nadie y los clientes lo
perciben naturalmente, en especial los niños y los adolescentes, quienes se
distancian del adulto y del profesional perdiendo con ello la confianza y la
oportunidad de ser ayudados por otros que sí podrían hacerlo.
A nivel emocional y
social, ayudar al otro implica mostrarse como un ser humano, con disposición a
aprender de cada cliente, ir a su ritmo, y muy especialmente sin esperar que
cumpla nuestras expectativas; pues en una relación terapéutica las expectativas
a cumplir son las del cliente: las expectativas con las que llega a nosotros y
las expectativas de las que le va siendo consciente a medida que retoma el
control de su propia vida.
Iván Rendón Giraldo.
Psicólogo