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sábado, 1 de septiembre de 2018

Ayudar al otro implica dejarlo ser


Ayudar al otro implica dejarlo ser


Actualmente con la proliferación de las redes sociales, tenemos acceso a gran cantidad de información. Es maravilloso ver vídeos en los que matemáticos resuelve problemas de esta área del conocimiento de maneras aparentemente fáciles y diversas, operaciones que para la mayoría de nosotros son complejas y casi imposibles de resolver con los métodos que en la escuela nos mostraron, pero en ambos casos se llega al mismo resultado, es decir, que varios métodos son válidos para llegar a la resolución de una operación matemática. Con esto es inevitable que me pregunte: ¿si para un área del conocimiento que es exacta existen varias formas de llegar a un mismo resultado, por qué algunos profesionales insisten en querer obligar a los niños a los adolescentes a que vayan al mismo ritmo, o peor aún al ritmo que ellos consideran que es el correcto?


Hace poco en una conversación que sostenía con una joven profesional del área social, ella dilucidaba sobre un tema que le causaba curiosidad. Me expresaba ella que le llamaba la atención el por qué no todos los profesionales del área social lograban que sus clientes, y en especial los niños y adolescentes se abrieran con ellos y así tener acceso  a su historia de vida; lo cual obviamente es lo que el profesional necesita para poder hacer un mejor acompañamiento a su cliente. Resulta que algunos profesionales (psicólogos, trabajadores sociales, profesionales en desarrollo familiar, pedagogos, docentes) logran empatizar fácilmente con sus clientes niños y adolescentes, lo que les facilita el trabajo de ser acompañantes en un proceso terapéutico y de aprendizaje, pues conocer a la persona es tal vez lo único que le puede garantizar al profesional que su trabajo tendrá avances significativos.


Concluíamos con la joven profesional que la humildad es tal vez lo que hace que la relación cliente – profesional avance en esa “intimidad” tan necesaria. La Real Academia Española define la Humildad así: “Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”, y es esto lo que hace que un niño o adolescente perciba a su acompañante como una persona auténtica, generando la confianza suficiente para abrir su alma y su historia de vida como un libro. Cualquier persona; niño, adolescente o incluso adulto, solo contará sus más íntimas experiencias y pensamientos a quien perciba como sincero en sus intenciones, es decir, que desea escuchar sin juzgar, sin dar consejos prefabricados y que además no usará esa información como evidencia para demostrar que esa vida está mal vivida.


En la fabulosa película animada  Kung Fu Panda”, el maestro Oogway (Que es la tortuga, para mayor claridad del lector), dice a su discípulo, el también maestro, Shifu (quien parece ser un hámster) que el Panda jamás podrá cumplir su destino de ser el “Guerrero Dragón” si él, Shifu, no cree que lo pueda hacer. Tras muchas explicaciones de Shifu sobre el por qué Po (el Panda) no es, ni podrá llegar a ser el “Guerrero Dragón”, su maestro le explica claramente que eso no es su trabajo, y que así como una semilla de durazno contiene en su interior todo lo que se necesita para desarrollar un árbol completo con sus raíces, con sus ramas y hojas, con la capacidad de producir flores y luego frutos por muchos años; así él lo único que tiene que hacer con Po es generarle le ambiente ideal, cuidarlo y animarlo para que llegue a cumplir su destino como el “Guerrero Dragón”, pues todo lo necesario está dentro de ese Panda, así en ese momento no se vea, tal como en una semilla de durazno a simple vista no notemos que contiene todo lo necesario para llegar a ser un melocotonero (Prunus pérsica). 


Tal vez la magia, o lo complejo (como cada quien lo quiera ver) de trabajar con personas, y sobre todo cuando este trabajo es con sus emociones, pensamientos e historia de vida, es que el terapeuta también es persona, y por ende también tiene sus propias emociones, pensamientos e historia de vida, como también tiene una filosofía de vida personal que incluye qué es correcto e incorrecto para él. Pero el terapeuta o docente comprometido comprende que sus creencias son producto de unas condiciones específicas de su propia vida, que así la categorizó para poder entenderla y resolver los retos que se le presentaron, pero que claramente no es la realidad y que por ende existen muchas realidades que requieren otras formas de vivir y de pensar. Sin esa comprensión no es posible ayudar a otros a encontrar su potencial.


En ese sentido, un terapeuta, por ejemplo un psicólogo, aprende cada día y con cada cliente, pues a cada instante es retado a comprender diferentes formas de ver la vida, y si llegara a pensar que sabe cómo solucionar la vida del otro o dar consejos (fórmulas precisas), estaría simplificando la vida del otro y su realidad a niveles infantiles y básicos que en nada podrán aportar, y sí perjudicar. En el argot de la profesión social el término “escucha activa” se refiere a estar presente en la conversación sin más que la atención, es decir, sin estar analizando, sin la cognición, solo con la atención, lo cual no es nada fácil y algunos profesionales no logran desarrollar. Aunque puede ser una habilidad innata en las personas, también es algo que se puede desarrollar con trabajo y disciplinando la mente, pero en especial tomando distancia de nuestras propias creencias; no para cambiarlas, sino para tener la capacidad de observar otras e incluso interactuar con ellas sin temor alguno, y luego regresar a las nuestras sanos y salvos. Es una capacidad maravillosa que los seres humanos en situaciones de vulnerabilidad agradecen cuando la perciben en otro, pues pueden abrirse sin temor a estas personas.


Escuchar al otro de manera activa implica ser valiente, tener el valor de aceptar que nuestra vida no está resuelta y que lo que hacemos con el otro en ese momento es temporal, que en esa situación podemos ayudar, pero que en cualquier otra seremos nosotros los que necesitemos ayuda, ese instante es sólo una posición, no una realidad absoluta, que nuestra verdad no es la única, y que las otras son tan válidas como la nuestra.


Un profesional del área social perjudica profundamente a sus clientes cuando no logra comprender que existen otras formas de vivir y qué el otro transformará la suya sólo cuando lo quiera hacer, y será porque llegue a la conclusión de que para ser feliz la debe transformar, no antes, y no porque se le aconseje. Cuando nos dedicamos a criticar y a imponer nuestra forma de ver la vida, el otro se cierra y pierde confianza en nosotros, o en el peor de los casos intenta vivir su vida con las “recetas” que el profesional le da, lo que irremediablemente lo hará más infeliz, pues sale de una condición que lo hace vulnerable al sentir que no la controla y entra en otra que él no construyó, es decir, sigue sin contralar su vida, y es al sentir que no controlamos nuestra vida lo que nos hace infelices, según los psicólogos.


Comprender que es el profesional quien se debe adaptar al cliente y que éste tiene su propio ritmo, no es fácil, y muchos no lo comprenden, dedicándose a dar consejos prejuiciosos, a criticar constantemente y a mostrarse como aquel que tiene la clave de la felicidad, lo cual no es verdad para nadie y los clientes lo perciben naturalmente, en especial los niños y los adolescentes, quienes se distancian del adulto y del profesional perdiendo con ello la confianza y la oportunidad de ser ayudados por otros que sí podrían hacerlo.


A nivel emocional y social, ayudar al otro implica mostrarse como un ser humano, con disposición a aprender de cada cliente, ir a su ritmo, y muy especialmente sin esperar que cumpla nuestras expectativas; pues en una relación terapéutica las expectativas a cumplir son las del cliente: las expectativas con las que llega a nosotros y las expectativas de las que le va siendo consciente a medida que retoma el control de su propia vida.

Iván Rendón Giraldo.
Psicólogo