Adicción y abstinencia: apuntes sociales
… hemos conseguido reemplazar coacciones y
colonialismos
raciales, religiosos y militares, que ahora nos
parecen indecorosos,
por coacciones y colonialismo médicos y
terapéuticos, que ahora
nos parecen decorosos.
Thomas Szasz [1]
En el presente es muy común estimar que cuando una persona deja de usar
una sustancia estimada como psicoactivo, por algún tiempo, en algunos casos
este empiece a percibir una variedad de sensaciones mentales y corporales que
le producen cambios emocionales, alteraciones en el humor, una incomodidad nada
fácilmente explicable; nos encontramos con lo que se ha identificado por más de
50 años, como un conjunto de síntomas indicativos de que el individuo se aboca
a una especie de impaciencia y angustia por el deseo (no refrenable) de volver
a ingerir la substancia en cuestión. Esto es, palabras más, palabras menos, lo
que podríamos denominar técnicamente por estos días como síndrome de
abstinencia [2]. Lo cual ocurre por la existencia de una adicción.
No
obstante, sobre este punto repetido hasta la saciedad por los medios de
comunicación, casi que, como una obviedad, al igual de otros temas científicos,
existen diversos enfoques en la medida de los avances en las investigaciones
cada vez más multidisciplinarias, y, de otra parte, en lo infructuoso de los
tratamientos al mencionado malestar vinculados estrictamente a la medicina. Por
ello se hace necesario plantear las nuevas visiones respecto a tan
socorrido asunto de notorios visos sociales.
Teniendo
en cuenta estas consideraciones, la definición más común de lo que se conoce
como adicción podría ser:
‘Consumo repetido
de una o varias sustancias psicoactivas, hasta el punto de que el consumidor
(denominado adicto) se intoxica periódicamente o de forma continua, muestra un
deseo compulsivo de consumir la sustancia (o las sustancias) preferida, tiene
una enorme dificultad para interrumpir voluntariamente o modificar el consumo
de la sustancia y se muestra decidido a obtener sustancias psicoactivas por
cualquier medio’ [3].
En realidad,
existen versados conceptos sobre la ausencia de homogeneidad de opiniones entre
quienes estudian la materia, a la par de la difusión masiva de un discurso
único:
‘… no se ha
alcanzado un consenso duradero sobre la naturaleza esencial de la adicción, su
causa, su remedio o incluso su definición. En lugar de consenso, hay
cientos de teorías y prácticas de tratamiento divergentes, eclipsadas por una
sabiduría oficial simplista que es proclamada con vehemencia por gobiernos y principales
medios de comunicación’[4].
Enfoques diversos. En este contexto
encontramos una postura divergente de la ‘oficial’, a partir no ya desde el
terreno médico sino un ‘análisis de la adicción enraizado en las ciencias
sociales’[5].
A partir de estos
dos enfoques diferentes que podríamos afirmar, antagónicos, razonaremos el
presente ensayo.
Dentro del
criterio que se entiende ubicado en el campo de la medicina, el planteamiento
central es que respecto a la persona que se estima objeto de un problema de
adicción, ‘su vida está dominada por el consumo de la sustancia, hasta llegar a
excluir prácticamente todas las demás actividades y responsabilidades’ [6].
Dicha situación es estimada por buena parte de los expertos como ‘una
enfermedad con entidad propia, un trastorno debilitante arraigado en los
efectos farmacológicos de la sustancia, que sigue una progresión
implacable’[7]. A lo cual agrega un variopinto de definiciones y puntos de
vista que guardan relación directa con posturas prohibicionistas de ciertas
sustancias que se fueron afianzando en el siglo XX, dejando entrever un
variable uso político de los términos [8], a través de una posición global
generada desde preceptos religiosos [9].
Es claro que desde por lo menos los años cincuenta del siglo pasado, se
presentan continuamente ambigüedades, equívocos y manipulaciones, etc., que
para iniciar una aproximación en el tema es pertinente despejar. Veamos algo
concreto del planteamiento que podemos distinguir de ‘dominante’ acerca de lo
que allí mismo se denomina ‘droga’:
‘Nuestros cerebros están diseñados para asegurar
que repitamos las actividades que sostienen la vida al asociar estas
actividades con el placer o una recompensa o gratificación. Cada vez que este
circuito de gratificación se activa, el cerebro nota que algo importante está
pasando que debe recordar y nos enseña que debemos repetirlo una y otra vez,
sin pensarlo. Debido a que las drogas de abuso estimulan el mismo circuito,
aprendemos a abusar de las drogas de la misma manera’ [10].
Dando alcance a
esto, es de señalar que al observar mucho más en
contexto general, la denominada abstinencia correlativa a una
adicción a las ‘drogas’, se evidencia que ello no es algo muy ajeno a los
comportamientos de buena parte de la población mundial, pues se percibe también
en la ingestión de bebidas tan cotidianas y casuales como la del bien conocido
café, la cual, los lectores deben haber sentido en múltiples ocasiones, sin que
les signifique mayor molestia [11].
De
conformidad con aquel parrafo, la sensación que ocurre con el habitual café
podría interpretarse como expresión de una rara enfermedad, afectante de la
conducta y el intelecto, si nos atenemos a la visión dominante en el asunto, la
cual afirma expresamente que ‘como resultado de las investigaciones
científicas, sabemos que la adicción es una enfermedad que afecta tanto al
cerebro como al comportamiento’ [12].
El problema se
profundiza cuando percibimos fácilmente que una definición como la antes dicha,
es perfectamente aplicable a otras sustancias no sólo legales sino de uso
masivo en la población, sin que sea catalogado su consumo y deseo del mismo al
presente como ‘enfermedad’, como ‘adicción’ [13]. En el mismo sentido, a la
posición preponderante el criterio del abuso es una cuestión relacionada con
cantidades crecientes, consumidas compulsivamente, las cuales hacen perder el
autocontrol y constituyen actitudes contrarias a las ‘sanas’, favoreciendo
impulsos inversos a estas[14], lo cual es muy poco entendible frente a
alimentos usuales de la vida moderna contemporánea, como el ya referido café o
el té, chocolate, azúcar, etc., hasta hace unos tres cientos años absurdamente
prohibidos en Europa [15]. Es sencillo notar que estos son productos no
europeos, que estas sociedades ven con un recelo que les conduce a que todo lo
exótico fuera de los psicoactivos conocidos en el viejo continente, sea
susceptible de sospechas de ser tóxico, de allí las iniciales prohibiciones [16].
Por lo demás, en
realidad, sabemos bien por nuestras experiencias personales, que cualquier
abuso es perturbador del cuerpo y la mente.
Un elemento allegado directamente desde lo médico nos ofrece una
faceta más del asunto planteado, como es el que las recompensas que logran
generar los psicoactivos ilegales en muchos seres humanos, son de mucha mayor
intensidad que las naturales [17], y justamente esta especial potencia es
declarada como causa irresistible de adicciones. En consonancia con ello,
contemporáneamente la adicción se tiene como un mal de nuestra era, a lo cual
corresponde algo asimilable a una solución de procedimiento: “La drogadicción
es una enfermedad del cerebro que se puede tratar” [18]. Todo lo anterior
ocurre en muy buena parte, debido a que la inmensa mayoría de esta comunidad
científica centra su atención justamente en los efectos de las sustancias en la
bioquímica del cerebro[19], dejando absolutamente de lado los entornos sociales
en los cuales este y en general, el ser humano como tal, desarrolla su
percepción del entorno afectivo y sensorial; en consecuencia, aquello de que el
ámbito de las denominadas adicciones gira entorno a repeticiones de consumos,
gratificantes[20], resulta extremadamente insuficiente como razonamiento. Punto correlativo y crucial aquí es el planteamiento oficializado de que
las drogas poseen la capacidad de cambiar el cerebro [21]. Una tesis de por sí
bastante discutible [22].
Dislocación=desquiciamiento. Existen cconceptos
científicos basados en aspectos sociales y trabajo de campo que abordan las
implicaciones adictivas del consumo de psicoactivos y otros hábitos,
estableciendo que estos a menudo desarrollan una función compensatoria mejor
que cualquier otra alternativa alcanzable (La globalización de la adicción:
un estudio sobre la pobreza del espíritu. 2009[23]). Personas
por diversos motivos dislocadas (desplazadas, desquiciadas,
desterradas de sí mismas y sus entornos sociales) se aferran desesperadamente a
sus consumos (adicciones) porque, sin ellos, tienen terriblemente pocas razones
para vivir [24]. En este orden de ideas, el enfoque formulado por Bruce K.
Alexander [25] (tomado de Karl Polanyi), permite observar sin prejuicios
consumos prohibidos que abarcan varias clases sociales, con lo cual se puede
entender como los psicoactivos trascienden lo establecido por apreciaciones que
limitan la observación y análisis de sus antecedentes y consecuencias a ciertas
capas subalternas de la población, cuando la mencionada dislocación puede
cubrir cualquier ámbito de esta [26]. Lo cual se erige como un avance humanista
en la comprensión científica de tan multidimensional hecho.
Es indispensable resaltar que las sustancias psicoactivas legales
ocasionan sufrimientos físicos y psicológicos similares en sus efectos a los
que se argumentan de las proscritas, como en el caso del tabaco, el cual tiene
un saldo en muertes realmente pasmoso [27]; qué decir del alcohol en sus
múltiples presentaciones [28]. Como es evidente, esto no es muy publicitado más
allá de los entornos médicos. Tampoco podemos obviar que este último, han sido
seguramente utilizado en algún momento por el lector, lo cual nos ofrece una
magnitud realista de lo intrincado del tema abordado y sus variadas
implicaciones en las comunidades, las cuales deberían ser comprendidas en
entornos de individuos procurando interactuar en sociedades extremadamente
complejas, de despersonalizados ambientes urbanos, mediadas por vértigos inmediatistas
y saturadas de impulsos orientados al exacerbado consumismo. Fenómenos
desconocidos previamente a la industrialización.
Abstinencia
como preludio a lo recurrente. La adicción y
el síndrome de abstinencia, son destacados en el relato dominante una
vez más en los aspectos químicos de la sustancia correspondiente y los efectos
en el cuerpo del sujeto [29]. La abstinencia precede indispensablemente a lo
que se denomina ‘recaída’ [30]. En otros términos, la abstinencia equivale a un preludio indispensable de las reincidencias en
los términos científicos imperantes. Dicha continencia en sustancias adictivas
legales no es relevante en absoluto relevante.
Lo político de la búsqueda de la abstinencia. Bajo lo anteriormente expuesto, una parte significativa de la población mundial resulta en adicta, dependiente, enganchada a algo y al resto, en potencialmente proclive a ello, por tanto, policial y hasta (en algunos casos) militarmente, bajo insidiosas sospechas, en aplicación de ruidosos planes de ‘guerra contra las drogas’ en todas sus variantes (en el Tercer Mundo). Por consiguiente, unos y otros se encuentran en diversas medidas sujetos a tratamientos, terapias, amonestaciones preventivas, represiones (inmersión en el sistema penal, con cárcel u otras medidas análogas), medicinas tranquilizantes o sustitutas de las adictivas y al posible ingreso a centros terapéuticos, en general, a algún tipo de trato estatal o asimilable más o menos arbitrario.
Por consiguiente,
buena parte de los habitantes del planeta, en naciones empobrecidas pero
estratégicas, se encuentra sometida a la posibilidad creíble de invasivas y
variadas vigilancias bajo el sibilino pretexto del provecho común, soportado
este en conceptos médicos, científicos, basados en lo que se considera son
razonables opiniones, que no constituyen más que un neocolonialismo.
Drogas y control
social. En este orden de ideas, la categoría ‘usuario de
sustancias’ impuesta hoy por hoy, se ha ampliado de una manera productora de un
mundo de adictos, dependientes a cualquier cosa, natural, artificial, reciente
o antigua, ingerida o comportamental, además de proclives al quebrantamiento de
la correspondiente abstinencia; ello equivale, con las crecientes prohibiciones
venidas desde el siglo XX, a un control social ya no argumentado mediante
preceptos místicos, de buenas costumbres, tradiciones, etc., sino como fórmulas
eruditas, preceptos psiquiátricos o psicológicos de beneficio general a la
población. Evidenciando lo político de un entramado, al cual sucintamente se
denomina: salud pública. Una noción clave aquí.
Las circunstancias políticas del circuito de comercialización perseguida
de las drogas proscritas, permiten ver absurdos de gran calibre desde el punto
de vista eminentemente lógico, nunca esclarecidos, como que ‘hoy en día, el
tráfico de drogas consiste en gánsteres desconocidos que venden sustancias
desconocidas a consumidores igualmente desconocidos, en la oscuridad. Esta es
por antonomasia la ley de la selva’[31]. En este clima, no es posible esperar
otra cosa, sino que los más fuertes dominen, esto es, quienes retienen el
poder. Ello explica el motivo de permanencia y expansión del modelo.
Profundizando
aún más en la relación política-ciencia en las sustancias prohibidas, se ha de
advertir el hecho explicativo de que ‘prácticamente todos los fondos de
investigaciones que respaldan la versión dominante de los efectos de las
sustancias en el cerebro, son provistos justamente por gobiernos que apoyan y
patrocinan la llamada ‘guerra contra las drogas’[32]. Consecuencialmente, hay
una efectiva y férrea censura en la materia, como lo certifica el calificado
abogado Eric Sterling [33], quien sabe bien de la materia como redactor de
draconianas leyes ‘antidrogas’ en pleno auge del psicoactivo llamado
‘crack’[34], las cuales fueron en aquellos conservadores años ochenta,
reaccionarias en muchos aspectos, agregando a través de sus proscripciones
formas de dominación interna en los propios EE.UU.:
‘La iniciativa de
(Ronald) Reagan (presidente de EE.UU. 1981-89) de 1982, sus prioridades
legislativas, su forma del debate público y sus prácticas en el Departamento de
Justicia, llevadas adelante por George H. W. Bush (1988-1992) y Bill Clinton
(1992-2000), hizo de la guerra contra las drogas probablemente el instrumento
más poderoso para mantener el privilegio blanco en los últimos veinte años’[35].
Investigaciones específicas en este campo, son críticas del papel de
conservación de la supremacía racial ejercido a través de estas ruidosas
políticas de criminalización de etnias específicas [36]. Las elucubraciones en
este sentido, tomaron cursos, verdaderamente alucinantes en cuanto lo
fantástico de las justificaciones de las prohibiciones relacionadas con ciertos
segmentos de las comunidades [37]; cuando, incluso existen evidencias de que
los blancos son más proclives en ciertas encuestas, a ser determinantes traficantes
frente a los miembros de otros grupos poblacionales [38]. Es ostensible que se
trata de temor a que las minorías amenacen la sociedad blanca estadounidense [39].
Estado productor
de drogas y experimentos con ellas. Lo anteriormente
relatado posee claros antecedentes, que han sido tenidos en cuenta por los
detentadores del poder, pues pasada la Segunda Guerra Mundial, la potencia
dominante del hemisferio occidental, Estados Unidos, había iniciado
investigaciones sobre los efectos de una gran variedad de sustancias cambiantes
de la percepción de la realidad y el estado de ánimo; justamente tomando
directamente experiencias en este campo de parte de oprobiosos y terroríficos
regímenes como la Alemania nazi y el imperio Japonés, quienes practicaron en estos
tiempos bélicos un predecesor tráfico de psicoactivos con propósitos de servir
de estrategia financiera de guerra[40]. Experimentando todo tipo de métodos
eugenésicos y proyectos de control directo de individuos, a través de
sustancias, con resultados negativos a sus iniciales intenciones; empero, las
observaciones prácticas de ello, les condujeron a adentrarse en los aviesos
campos de la tortura y la desorientación mental [41]. Oportuno es advertir en
este contexto, que justamente la aceptación social de ciertas sustancias se
relaciona con el empleo terapéutico de otras, para tratar pacientes enfermos y
el abuso es asimilado al uso tóxico de drogas para envenenar a gente saludable [42].
Pasado muy psicoactivo. En cuanto al pasado
de las relaciones de la política con los psicoactivos, durante el imperio más
influyente en la antigüedad europea, el romano, existía una especie de
regulación general sobre las sustancias psicoactivas, que hoy no podríamos
llamar de otra manera sino de permisiva, liberal, siempre y cuando no
perturbaran la sagrada auctoritas, es decir lo que podríamos hoy
definir como las relaciones de poder. Dicho manejo en todo de acuerdo con el
anterior pensamiento griego, se refleja en apartes de su ordenamiento jurídico,
modelo aún en occidente, por ejemplo, en la Lex Cornelia, precepto
genérico en la materia de psicoactivos que alternan el estado de ánimo,
instaurado ya desde la época de la república romana. Así en esta norma ‘droga
es una palabra indiferente, donde cabe tanto lo que sirve para matar como lo
que sirve para curar, y los filtros de amor, pero esta ley sólo reprueba lo
usado para matar a alguien’ [43].
Ahora bien, al apreciar, aunque fuera lejanamente, la amenaza de un
psicoactivo, así fuera tradicional, también por entonces se le establecía como
fundamento de restricciones sociales:
‘El primer crimen histórico contra la salud pública fue el culto dionisíaco en la Roma republicana, gracias a cuya represión pudo gestarse el senadoconsulto que introdujo —como «defensa del Estado»— el fin de las libertades públicas. Fuente de abominables (e indemostrados) crímenes, la voluptas vini no sólo representó un mal que se mantuvo exactamente tanto como su persecución; fue también un modo subrepticio pero eficaz de introducir normas y procedimientos extraños al derecho clásico, aunque económicos para un poder progresivamente volcado hacia lo policíaco’ [44].
Aquí arribamos a
una sustancia de intenso consumo en la antigüedad: el opio. este adormecedor
por excelencia, denominado la ‘aspirina’ de la antigüedad; es el generador del
término ‘estupefacientes’, que en español significa sustancias somníferas,
soporíferas, o paralizadoras; en la actualidad grotescamente utilizado
indistintamente hasta la saciedad, como sinónimo de psicoactivos, haciéndolo
extensivo a sustancias como el clorhidrato de cocaína[45] o de los diversos
alucinógenos (ácidos), los cuales pueden tener muchos efectos, pero los de
adormecer o inmovilizar, sólo puede haber sucedido en casos de patologías.
Los equívocos modernos
en estos temas son recurrentes [46]. La realidad es dura y no se compadece con
lo que mediáticamente nos dicen: ‘Y es que la mayoría de nuestros principios
básicos sobre sustancias psicoactivas no responden a la verdad. Las drogas no
son lo que pensamos’ [47]. A esta altura no puede extrañar que verdaderos
desatinos sean propagados como objetivo conocimiento científico, generador a su
vez de preceptos jurídicos, es decir, interdicciones generales de variados
grados.
Sin embargo,
regresemos a la antigüedad. De los tiempos de Aristóteles se nos ofrece una
muestra de lo que significaba una ‘droga’ en aquellos tiempos, con una muy
racional ausencia de criterios tan poco científicos de ‘bien’ o ‘mal’:
‘Se administra una dracma (3,2 gramos) si el paciente debe simplemente
animarse y pensar bien de sí mismo; el doble de esa dosis si debe deliberar y
sufrir alucinaciones; el triple si debe quedar permanentemente loco; se
administra una dosis cuádruple si el hombre debe morir’[48].
Respecto al síndrome
de abstinencia llama la atención a científicos de tiempos modernos, el
que tanto en las descripciones farmacológicas griegas, así como en las romanas
se presenta una absoluta falta de referencias a problemas contemporáneamente
establecidos como adicciones. Ni médicos como Dioscórides, Escribonio, o el muy
citado Galeno, hablan de que por ejemplo el opio procedente de la amapola [49],
conocida antiguamente como adormidera (papaver somniferum), utilizada
desde épocas de los asirios [50], ocasione un acostumbramiento involuntario, el
cual implique la necesidad de ingerir cantidades mayores de la sustancia, ni
tampoco de síntomas de abstinencia graves y esto registrado por varios siglos
de consumos [51]. La paradoja se hace presente:’… la toxicomanía es un concepto
desconocido hasta hace un siglo, mientras los tóxicos básicos –y su libre
consumo- existen hace milenios’ [52].
Cambios
desconcertantes. En sustento de lo anterior, se establece que
desde la antigüedad al presente se ha tenido desde el propio punto de vista
médico, que drogas (psicoactivos) y su consumo no constituyen una
unidad, y esto implica dirigirnos al terreno de la oportunidad, la pertinencia,
mesura en su uso[53], lo cual naturalmente nos aboca a su contrario, su
ingestión desordenada, improcedente, temeraria[54], que en estos tiempos de
sociedades y culturas desarraigadas, con tendencias atomizantes y hedonismo
consumista del capitalismo presente, significan la desubicación del
individuo de la que habla precisamente Bruce K. Alexander.
Aquí la pregunta
que emerge en cuanto a lo que ocurría en la antigüedad frente al presente, no
puede ser otra sino ¿qué tanto hemos cambiado los seres humanos de aquel
entonces a los de ahora, para que situaciones de consumo de sustancias
psicoactivas, sean hoy establecidas dominantemente como de ocurrencia
calamitosa y con tendencia a extenderse pandémicamente en la población, cuando
en la antigüedad ni siquiera tuvieron suficiente entidad como para que fueran
descritas mínimamente como dolencias?
Para una respuesta es necesario tener en cuenta como a partir de los
tiempos de la acelerada acumulación capitalista del siglo XIX, se presenta un
auge puritano pregonizante de un concepto novedoso, la abstinencia absoluta, que al parecer sirvió de empuje a prácticas
prohibicionistas posteriores [55]. Sin embargo, esto evidenciaba una vez más
inmensas contradicciones en las sociedades donde se originan los modelos de
controles con base en psicoactivos, si consideramos al hombre adinerado de
inicios de siglo XX, consumidor impenitente de heroína llevando una vida sin
contratiempos notables, el cual es reemplazado como usuario de la sustancia por
nuevas generaciones pertenecientes a clases sociales subalternas, quienes
resultan objeto de ruidosas persecuciones policiaco administrativas que aún
perduran[56].
Teniendo en cuenta
incluso las visiones dominantes del presente que se relacionan con adicciones o
dependencias, de la categoría que se trate, como un esquema procurante al
menos, de un mínimo bienestar en la población, es innegable que precisamente el
sistema político, es decir, policial, de control de los consumos ha crecido
exponencialmente, con unas consecuencias en la vida pública de ciertas
poblaciones (periféricas), que no se pueden catalogar sino como desastrosas. En
otras palabras, con el fin de evitar lo estimado como un mal, un perjuicio, se
está propiciando objetivamente otros de mucha mayor entidad, que aquel que se
deseaba, no ya aniquilar, sino disminuir:
‘Los datos proporcionan pruebas irrefutables
de que el sistema internacional de control de drogas no sólo ha fallado en
reducir el consumo de drogas adictivas y peligrosas, sino que también ha
encabezado un aumento sostenido de su empleo. Ningún progreso ha sido logrado
en el alcance de la abstinencia global, a pesar de los enormes recursos
técnicos, financieros y de organización dedicados a este fin’ [57].
Noam Chomsky, quien no requiere presentación, sin
cortapisas ha manifestado al respecto que dicha situación dista mucho de ser
fortuita, estimando que la señalada ‘guerra contra las
drogas’, no es un fracaso, sino que simplemente alberga un propósito diferente
al proclamado [58].
Atendiendo esta última opinión, podemos comprender que, si
nos adentramos en las relaciones de poder generadas con la ilegalización de
sustancias, por su mero consumo, modelo del siglo XX, la proscripción general
por sí misma permite diversos procederes de desdoblamiento del poder estatal,
en formas ilegales de este, por tanto abusivas, a causa del mercado negro
consecuencial [59]. Allí, un factor de conveniencia
de primer orden favorecedor de la continuidad de un modelo censurable de
tratamiento de lo que hoy conocemos como adicciones, al servir este de método
subrepticio de intervenciones sociales, buscando afianzar posiciones dominantes
de poder, desde lo oculto y antidemocrático de pérfidas acciones encubiertas [60].
Respecto a los
psicoactivos ilegalizados podemos establecer un conjunto de censuras
contemporáneas, pletóricas de equívocos, en veces a contravía de la ciencia y
razonamientos elementales, erigidas como estrategias de restricción de
libertades e intromisión en los asuntos internos de otros países. Reveladoras
investigaciones en curso muestran un panorama diverso al imperante, permitiendo
superar maniqueísmos, reconstruyendo una visión de conjunto de la realidad, que
en este campo ha sido intencionalmente distorsionada con toscas
simplificaciones.
Escrito por Alberto Rojas Andrade.
Notas.
[1] Drogas
y Ritual. La Persecución Ritual de Drogas, Adictos e Inductores. Fondo de
Cultura Económica. Madrid 1990. Pág. 11.
[2] La
definición científica más conocida es: ‘Cuando un paciente recién deja de
abusar las drogas, puede sentir una variedad de síntomas físicos y emocionales,
incluyendo la depresión, la ansiedad y otros trastornos del estado de ánimo,
inquietud y dificultad para dormir’. Nora D. Volkow, M.D. Departamento de
Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos Institutos Nacionales de la Salud.
National Institute of Drug Abuse NIDA. Las Drogas el Cerebro y el
Comportamiento. La ciencia de la Adicción. Febrero de 2008. Pág. 26,
27.
[3] Ildefonso
Hernández Aguado. Glosario de Términos de Alcohol y Drogas.
Word Heath Organization. Gobierno de España. Ministerio
de Sanidad y Consumo. Centro de Comunicaciones. Madrid 1994. Pág. 13
[4] Bruce K. Alexander. Un cambio de lugar para la adicción: de la
medicina a las ciencias sociales. https://web.archive.org/web/20111113161234/http://globalizationofaddiction.ca/articles-speeches/176-change-of-venue.html
[5] Alexander.
Op. Cit.
[6] Hernández
Aguado. Ibídem
[7] Hernández
Aguado. Ibídem
[8] ‘Entre
las décadas de 1920 y 1960, se hicieron varios intentos para diferenciar entre
“adicción” y “habituación”, una forma menos severa de adaptación psicológica.
En la década de los años 60 la Organización Mundial de la Salud recomendó que
dejaran de usarse ambos términos a favor del de dependencia, que puede
tener varios grados de severidad’. Hernández Aguado. Ibídem.
[9] ‘… la visión oficial se originó como una filosofía
religiosa, no como un descubrimiento científico’. Alexander. Op. Cit.
[10] Volkow. Pág.
18
[11] ‘En contraste con otros fármacos de energía, la cafeína
produce un síndrome de abstinencia en mucho menos tiempo que opio, heroína o
barbitúricos. Desde 1943 se sabe que 80 miligramos diarios de cafeína
(equivalentes a cinco tazas de exprés, o diez de café aguado), absorbidos
durante una semana, bastan para reducir un cuadro carencial. … Nuevos
experimentos, llevados a cabo en 1969, confirmaron las conclusiones de 1943’.
Antonio Escohotado. Aprendiendo Sobre Las Drogas. Usos, abusos, prejuicios y
desafíos. Pág. 49.
[12] Volkow. Pág.
5
[13] ‘Adicción:
es un estado psicofisiológico caracterizado por el impulso irreprimible de
consumir una droga para aumentar la sensación de calma, de excitación, de
adormecimiento o lo que nos cause la droga en cuestión’. Johann Harí. Tras el Grito. Revolucionario y sorprendente relato de la verdadera
historia de la guerra contra las drogas. Ediciones Culturales Paidos. México
2015. Pág. 242.
[14]‘De
igual manera que el abuso continuado puede llevar a la tolerancia o a la
necesidad de dosis más altas de la droga para producir efecto, también puede
llevar a la adicción, que hace que el abusador busque y consuma drogas
compulsivamente. La drogadicción corroe el autocontrol y la capacidad del
usuario de tomar decisiones sanas, mientras envía impulsos intensos para que
consuma drogas’. Volkow. Pág. 20
[15] ‘La
sociedad y el Estado llegaron a la conclusión de que en lugar de prohibir los
nuevos estimulantes era preferible gravarlos con impuestos’. Wollgang
Schivelbusch. Historia de los Estimulantes. El paraíso, el sentido del gusto y
la razón. Editorial Anagrama. Barcelona 1995. Pág. 262, 263.
[16] Schivelbusch.
Historia de los… Pág. 240
[17] Volkow.
Pág.18.
[18] Volkow. Pág. 1
[19] Harí. Pág. 230.
[20] ‘Es
por eso que el abusador eventualmente se siente triste, sin vida y deprimido y
no puede disfrutar de las cosas que anteriormente le producían placer. Ahora
necesita consumir drogas solamente para lograr que la función de la dopamina
regrese a lo normal. Es más, necesita tomar cantidades más grandes de la droga
de lo que antes consumía para crear la euforia de la dopamina, efecto que se
conoce como tolerancia’. Volkow. Pág. 19
[21] Volkow.
Pág. 8
[22] Se
habla de daño respecto a ‘áreas del cerebro responsables de la elección’. Alexander. Op. Cit.
[23] Alexander. Op. Cit. Ver también The Roots of Adiction in Free
Market. Bruce K. Alexander. Canadian Center of Policy
Alternatives. Abril de 2001.
[24] Alexander.
Op. Cit.
[25] Profesor
de psicología del Simon Fraser, conduce investigaciones sobre adicciones por
más de 30 años, siendo investigador asociado en CCPA y autor también de Peaceful
Measures: Canada’s Way out of the War on Drugs, University of Toronto
Press, 1990.
[26] ‘La
dislocación de Polanyi, como la adicción, no tiene límites de clase. La
dislocación ocurre con frecuencia junto con la pobreza material, pero no son lo
mismo. Si bien la pobreza material puede aplastar a personas y familias
aisladas, se puede sobrellevar con dignidad cuando las personas la afrontan
juntas. Por otro lado, las personas desplazadas están devastadas incluso
si son capitalistas ricos’. Alexander, Op. cit.
[27] ‘La
nicotina es un estimulante adictivo que se encuentra en los cigarrillos y
otras formas de tabaco. El humo de tabaco aumenta el riesgo del usuario de
desarrollar cáncer, enfisema, trastornos de los bronquios y de enfermedades
cardiovasculares. La tasa de mortalidad asociada con la adicción al tabaco es
alarmante. El uso de tabaco ha causado la muerte de aproximadamente 100
millones de personas en el siglo XX y, si las tendencias actuales de tabaquismo
continúan, se calcula que el total de muertes en el siglo actual llegará a los
mil millones’. Volkow. Pág. 23.
[28] ‘El
alcohol puede causar daño al cerebro y a la mayoría de los órganos
del cuerpo. Las áreas del cerebro que son especialmente susceptibles a los
daños causados por el alcohol son la corteza cerebral (principalmente
responsable por nuestras funciones cerebrales superiores, incluyendo la
solución de problemas y la toma de decisiones), el hipocampo (importante para
la memoria y el aprendizaje), y el cerebelo (importante para la coordinación de
los movimientos)’. Volkow. Pág. 23
[29]‘Por
adictivo se entiende aquel fármaco que administrado en dosis suficientes
durante un periodo de tiempo lo bastante largo- induce un cambio metabólico, y
si deja de usarse desencadena una serie de reacciones mensurables, llamadas
síndrome de abstinencia’ Antonio Escohotado. Aprendiendo Sobre Las Drogas.
Usos, abusos, prejuicios y desafíos. Pág.16
[30] ‘La recaída se produce cuando el sujeto se expone a una
situación de riesgo y no es capaz de responder con las estrategias de
afrontamiento adecuadas para garantizar el mantenimiento de su abstinencia.’
Lisardo Becoña Iglesias, Maité Cortés Tomás. Coordinadores. Guía
Clínica de Intervención Psicológica en Adicciones. Guías Clínicas
SOCIDROGALCOHOL basadas en la EVIDENCIA CIENTÍFICA. Barcelona 2008. Pág.
43, 44.
[31] Harí. Pág. 335.
[32] Carl
Hart, Universidad de Columbia. Citado por Harí. Pág. 230.
[33] De
acuerdo a estudios para el National Institute on Drugs Abuse (NIDA). Citado por
Johann
Harí. Pág. 230, 231.
[34] Eric
E. Sterling, JD, es Presidente de Criminal Justice Policy Foundation; ‘En
1979, Sterling, de 30 años de edad, fue a trabajar para una comisión de la
Cámara de Representantes dirigida por los demócratas para combatir el crimen.
Un año después, Ronald Reagan ganó la Casa Blanca y los republicanos ganaron el
Senado. Una batalla épica por el control político consumió gran parte del resto
de esa década, Sterling estaba en medio de ella, fue encargado de redactar
la política de sentencias mínimas obligatorias. Han pasado los últimos 30 años
hablando en contra de las repercusiones y el cinismo de la política de drogas
que ayudó a promulgar y la naturaleza destructiva de la guerra contra las
drogas’. Inside the War on Drugs. Drug Laws. Septiembre 13 de 2018. https://www.drugstories.org/stories/eric-sterling
[35] Eric Sterling. Drug Policy: A Challenge of Values. The Haworth
Press. Inc. 2004. Pág. 72
[36] Al
respecto ver Michelle Alexander. The
New Jim Crow. The New Press, New York, 2010. Pág. 4 ss.
[37] ‘Un
experto en medicina lo dijo sin rodeos, ‘los negros que han tomado cocaína son
difíciles de matar’; un alto magistrado que los chinos ‘atacaban a la raza
blanca por medio de la ‘hierba’ y cuando llegara el momento, sería capaces de
gobernar el mundo’. Harí. Pág. 43, 44.
[38] ‘If there are significant differences in the surveys to be
found, they frequently suggest that whites, particularly white youth, are more
likely to engage in illegal drug dealing than people of color’. Michelle
Alexander. Pág. 97. Ver así mismo a Howard N. Snyder and Melissa Sickman, Juvenile
Offenders and Victims: 2006 National Report, U.S. Department of
Justice, Offi ce of Justice Programs, Office of Juvenile Justice and
Delinquency Prevention (Washington, DC: 2006), reporting that white youth are
more likely than black youth to engage in illegal drug sales; Lloyd D. Johnson,
Patrick M. O’Malley, Jerald G. Bachman, and John E. Schulenberg, Monitoring
the Future, National Survey Results on Drug Use, 1975– 2006, vol. 1, Secondary
School Students, U.S. Department of Health and Human Services, National
Institute on Drug Abuse, NIH pub. no. 07-6205 (Bethesda, MD: 2007), 32, stating
“African American 12th graders have consistently shown lower usage rates than
White 12th graders for most drugs, both licit and illicit”; and Lloyd D.
Johnston, Patrick M. O’Malley, and Jerald G. Bachman, Monitoring the
Future:National Results on Adolescent Drug Use: Overview of Key Findings 2002,
U.S. Department of Health and Human Services, National Institute on Drug Abuse,
NIH pub. no. 03-5374 (Bethesda, MD: 2003), presenting data showing that African
American adolescents have slightly lower rates of illicit drug use than their
white counterparts. Citados por Michelle
Alexander. Pág. 276
[39] Sobre
todo los negros, mexicanos y chinos. Harí. Pág. 42
[40] Para
el espionaje nazi, el campo del tráfico clandestino de sustancias psicoactivas
era un espacio pertinente para realizar sus actividades secretas con la cuales
financiar el esfuerzo bélico, ya extenuado para entonces y en mucha mejor
medida que sus rivales aliados, pues era productor de dichas drogas, es decir,
seguramente para obtener divisas en un momento donde empezaban a escasear o
acaso para sobornos en el exterior. Eran cantidades descomunales que superaban
con creces las necesidades médicas anuales del Tercer Reich Alemán’. Norman
Ohler. High Hitler. Las Drogas en el Tercer Reich. Editorial Planeta Colombiana
S.A. Bogotá 2016. Pág. 172.
[41] Existió
tal certeza en las ‘bondades’ en los métodos nazis en el espionaje de EE.UU.,
que incluso se llegó a tener en cuenta a inhumanos especialistas de un sistema
dictatorial, el cual llegó a experimentar, nada más y nada menos, por ejemplo,
que en la creación estrambótica de una especie de zombis-guerreros. Ohler. Pág.
219
[42] Szasz.
Drogas y… Pág. 31
[43] Digesto,
1975, vol. III, pág. 699. Citado por Antonio Escohotado. Historia General
de las Drogas. Alianza Editorial S.A. Madrid 1998. Pág. 123
[44] Escohotado.
Historia… Pág. 864
[45] ‘La
cocaína es un potente estimulante del sistema nervioso central que se
emplea con fines no médicos para producir euforia o insomnio; el consumo
repetido provoca dependencia’. Hernández Aguado. Pág. 24
[46] ‘En
el origen de semejantes atropellos al sentido común está la evolución semántica
experimentada a principios de siglo (XX) por el término «narcótico» — del
griego narkoun, que significa: adormecer y sedar— aplicado hasta
entonces, sin connotaciones morales, a sustancias inductoras de sueño o
sedación. El inglés narcotics, traducido al francés como estupéfiants,
es lo que llamamos «estupefacientes»’. Escohotado. Historia... Pág. 10
[47] Harí. Pág. 15
[48] Escohotado.
Aprendiendo … Pág.12,13
[49] Opio
(opion) significa ‘jugo de amapola’ en griego. David T. Courtwright. Las Drogas
y la Formación del Mundo Moderno. Breve historia de las sustancias adictivas.
Ediciones Paidos Ibérica S.A. Barcelona 2002. Pág. 61.
[50] En
unos ideogramas fechados en el año 4000 antes de nuestra era y llamada allí
‘planta de la alegría’. Lukasz Kamienski. Las Drogas en la Guerra. Una Historia
Global. Editorial Planeta S.A. Barcelona 2017. Pág. 76
[51] Escohotado.
Historia… Pág. 128
[52] Escohotado.
Aprendiendo... Pág.12
[53] Ensayos médicos se refieren al asunto indicando, justamente,
lo relativo que son los efectos de un consumo, dependiendo de las
circunstancias y el usuario: ‘Intoxicación por cocaína La respuesta
a la cocaína depende de la dosis, vía de administración, experiencias previas
del sujeto, el ambiente, y no podemos olvidar que existe una parte de respuesta
única de cada consumidor.’ Irantzu González Llona, et
alteri. Cocaína: una revisión de la adicción y el tratamiento. Rev.
Asoc. Esp. Neuropsiq., 2015; 35 (127), 555-571. Pág. 563.
[54] ‘Se
ignora así aquello en lo cual coinciden sin excepción todos los grandes médicos
desde Hipócrates hasta hoy: que drogas y uso de drogas no son la misma cosa. En
otras palabras, que la divisoria entre conveniencia e inconveniencia no depende
de emplear estos o aquellos compuestos, sino de emplearlos con oportunidad y
mesura o a destiempo y desordenadamente’. Escohotado. Aprendiendo… Pág.13
[55] ‘Chicos,
¿sabéis por qué nunca he sido borracho? Porque nunca tomé la primera copa’,
decía el multimillonario John D. Rockefeller Sr. Citado por
Courtwright. Pág. 255.
[56] ‘… la influencia del régimen legal sobre el tipo de usuario y
el tipo de administración se observa en el caso de la heroína; antes de empezar
a controlarse (en 1925) era consumida de modo regular por personas de clase
acomodada, casi siempre activas laboralmente, con una media de edad superior a
la cincuentena y ajenas por completo a incidencias delictivas. Una década
después empieza a ser consumida de modo regular por un grupo más joven,
desarraigado socialmente, hostil al trabajo y responsable de la mayoría de los
crímenes’. Escohotado. Aprendiendo …
Pág.10
[57] Julia Buxton. The Political Economy of Narcotics. Production,
Consumption and Global Markets. Fernwood Publishing. Nova
Scotia. 2006. Pág. 81.
[58] David
Brooks. Las fallidas consecuencias de la lucha contra el
narco: Noam Chomsky. La Jornada. Mayo 13 de 2012
www.jornada.unam.mx/2012/05/13/index.php?section=mundo&article=021n1mun
[59] “..
el epíteto más apropiado para describir el poder mafioso no es ‘Estatal’ sino
‘para estatal”. Henner Hess. Citado por Ciro Krathausen. Padrinos y Mercaderes.
Crimen Organizado en Italia y Colombia. Planeta Colombiana Editorial. Santafé
de Bogotá 1998. Pág. 61
[60] ‘Las drogas y las operaciones encubiertas van
juntas como pulgas sobre un perro’. David McMichael Antiguo analista de la
CIA. Citado por Martin A. Lee, Bruce Shlain. Acid Dreams. The Complete Social History of LSD: The CIA, The Sixties,
and Beyond. Grove Press. 1985. Pág. 226