¡La Tierra es plana!
En una red social pude ver la entrevista
a un joven recién graduado de la universidad, en la que manifestaba estar arrepentido
de haber invertido tanto dinero en su carrera, y que había decidido no seguir gastando
dinero en educación formal, pues para él lo aprendido en la universidad era
obsoleto; ahora lo sabía al estar laborando en una empresa. El recién graduado,
y también recién contratado, afirmaba que para estar al nivel de lo que su
empresa le pedía debía investigar en la internet y hacer cursos de
actualización, y eso teniendo en cuenta que estaba recién graduado.
¡La Tierra es plana! Imagina que alguien te dice esto en pleno siglo XXI, posiblemente lo tildes de loco o te eches a reír, y pensarías que no es posible que una persona piense esto cuando todas evidencias científicas dicen lo contrario, incluso cuando la lógica de todos nosotros ha evolucionado y nos dice que vivimos en un mundo redondo. Pues es lo que le decimos aún a nuestros niños y adolescentes al insistir en un estilo de escuela y educación que ellos no necesitan, que se les antoja obsoleto y por lo tanto terminan asociando la educación con algo inútil, que no aplica a la vida real.
A pesar del auge de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), muchas instituciones educativas en los países latinoamericanos insisten en satanizarlas y sacarlas del aula, y quienes las han incluido en sus clases se limitan a usarlas para montar información, para consultar y proyectar vídeos, gran desperdicio no solo de tecnología, sino también de la curiosidad y las ganas de construir conocimiento que tienen las nuevas generaciones. Siendo un hecho que asistimos a la transformación del estilo de vida de la humanidad tanto en lo social, lo económico, lo moral, la comunicación y lo laboral, muchos insisten en una educación arcaica que ya no aplica.
Muchos autores como McLoughlin y Lee, Redecker y Punie, Cynthia Luna Scott, entre otros, coinciden en afirmar que las habilidades esenciales para este nuevo siglo tienen que ver con la capacidad de iniciativa, resiliencia, responsabilidad, asunción de riesgos y creatividad (a nivel personal); de trabajo en equipo, trabajo en red, empatía y compasión (a nivel social); y, de gestión, organización, capacidades metacognitivas y habilidad de convertir las dificultades en oportunidades o de transformar la percepción del fracaso y la respuesta al mismo (a nivel del aprendizaje). Todas estas habilidades se adquieren en la práctica, en la vida cotidiana, a través de proyectos, de retos reales, de la colaboración entre personas y equipos, en la construcción de ciudadanía; no sentados escuchando a un docente, no acumulando información o datos (los cuales se encuentran todos y completos en la internet).
Seguramente si soltamos el miedo a perder el control, confiamos en las nuevas generaciones y nos dedicamos a construir con ellos pensamiento analítico, capacidades para resolución de problemas, flexibilidad, autonomía, aplicación de la inteligencia, creatividad y compromiso con el bien común, podremos estar al nivel de las expectativas de estos jóvenes, que obviamente piensan diferente, y quieren algo diferente.
Iván Rendón Giraldo, Psicólogo de Habitus.
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