¡Pasión por la vida!, al transformar emociones que inspiren innovación humana.

domingo, 28 de julio de 2019

La importancia del dedo está en señalar la luna

La importancia del dedo está en señalar la luna


Como humanos hemos vuelto a perder el norte, nos hemos vuelto contra la pared de la Caverna de Platón y preferimos consolarnos con las sombras de lo real, involucionamos. Pero algunos tenemos esperanza de que reflexionemos y dejemos de desperdiciar nuestras vidas y las de los demás.

Cuando el sabio señala la luna el necio se queda viendo el dedo”, es un proverbio atribuido a Buddha que nos lleva a reflexionar sobre situaciones cotidianas en las que damos más importancia a las trivialidades que a lo esencial. Los seres humanos hemos olvidado que la realidad es una sola y que por ende no es fácil de entender para nuestro cerebro, por lo que hemos tenido que inventar sistemas y herramientas para entenderla, pero son solo eso, herramientas para nuestro entendimiento.

Es así como tuvimos que inventar formas de transmitir los conocimientos que durante los siglos hemos acumulado como humanidad, pero lamentablemente olvidamos la mayor de las veces que lo importante no es acumular información; pues esta está en los libros y en internet, y si es vital saber usar el conocimiento para resolver problemas reales y hacer del mundo un lugar mejor cada día. En cambio hemos terminado convencidos que lo que importa es que un niño obtenga notas altas aunque las formas en que las consiga no sean como producto de su aprendizaje. Es muy desafortunado ver niños y adolescentes con evidente inteligencia y capacidades excepcionales que no consiguen altas notas en la escuela, y la institución en lugar de preguntarse por la forma en que enseña, se centra en la nota baja del estudiante y limita todas sus oportunidades para encontrar su potencial.

Reconociendo que gran parte de las personas que han cambiado al mundo han sido académicamente formados con excelentes resultados, también es digno reconocer que otra parte importante han sido personas que no han tenido mayor formación académica formal y aun así han producido conocimiento y soluciones que no se le ocurrieron a los que están llamados a darlas por haber sido formados para ello. Es así como en el siglo XIX, el señor James Murray fue quien dio inicio a la compilación de palabras que hoy forman el Oxford English Dictionary sin tener más de 5 años de formación académica, pero con conocimientos profundos en más de 10 idiomas, otra cantidad de dialectos e incluso leguas muertas. El señor Steve Jobs se retiró de la universidad en el primer semestre,  y aun así es el padre del ordenador personal y fundador de Apple Computer; tal vez una de las empresas más innovadoras del planeta.

Más cerca de nosotros podemos encontrar al señor Estanislao Zuleta; quien estando en el grado 9º decidió abandonar el colegio y dedicarse a formarse por su cuenta en filosofía, historia, literatura, teoría del arte, ciencias sociales, estudió a Sócrates y a Platón, a grandes filósofos más y múltiples escritores de la literatura mundial, fue profesor de universidades colombianas, y entre otras cosas dejó excelentes escritos que son necesarios para en la academia formal.

Reflexionando, es necesario concluir que la academia no es la dueña total de la pedagogía, que hay personas que no se adaptan a la forma en que enseñamos normalmente, es decir, seguir adorando a la pedagogía por encima del objetivo que debería cumplir y para el que fue inventada, es tan tonto que deja por fuera a verdaderos genios que tal vez nunca brillen y aporten al mundo solo porque creemos que lo importante es el título, las notas y la adaptación. Deberíamos reflexionar, pues actualmente los más grandes delincuentes son personas que han pasado por grandes universidades y siendo así no han dado mayores aportes a la humanidad, aunque si se han dedicado a generar guerras, a asesinar, a robar a sus países, a violar niños y a destruir el planeta con su ambición. ¿Será entonces que la solución es la academia? o ¿La academia es solo una herramienta que se debería adaptar a las necesidades de los humanos? ¿Es justo que a un niño se le retire de un establecimiento educativo solo porque no se adapta a la pedagogía de la institución? o ¿Es el colegio quien se debe revisar en su pedagogía?
     
                                        Iván Rendón Giraldo, Psicólogo de Habitus.

sábado, 13 de julio de 2019

Procrastinación, adicción a la recompensa inmediata


Procrastinación, adicción a la recompensa inmediata


El temor al fracaso es algo que todos reconocemos y aceptamos como cierto, pero menos evidente y creíble es que existe en todos nosotros el temor al éxito, y postergar las cosas importantes es una de las formas más evidentes de este temor. Muchos saben qué deben hacer para triunfar y lograr sus más ambiciosos sueños, y a pesar de esto se niegan a iniciar una rutina que los lleve a este éxito, se niegan a generar la disciplina necesaria argumentando toda clase de pretextos, a esto se le llama procrastinar y es tal vez el factor más importante para fracasar en cualquier cosa. 

Se comienza un nuevo día, una nueva semana  y un nuevo año con un sin número de retos y promesas, ideas racionales que pretendemos llevar  acabo con el propósito de  cumplir sueños y metas que contribuyan a nuestra felicidad. Pero en este arduo camino para lograr estos objetivos se nos interpone la necesidad de la gratificación o recompensa  inmediata.

Nuestro cerebro comienza a reconocer y aceptar las actividades más divertidas y más fáciles, el ver un partido de fútbol, el revisar las redes sociales, o buscar la película de estreno son distractores que en nuestro “aquí y ahora” generan mayores niveles de satisfacción y placer inmediato, aparentemente positivos, pero que contribuyen a procrastinar sueños, aplazar la idea de vivir mejor y sepultamos nuestros proyectos a mediano y largo plazo. Se  pospone porque se percibe como pesado, abrumador, peligroso, difícil, aburrido, generando estrés al postergar lo importante para después, le enseñamos a nuestro cerebro que si evitamos las tareas que contribuyen a nuestra vida recibiremos más gratificación  instantánea y reforzamos el comportamiento de postergar.

El origen etimológico del término Procrastinar proviene del latín: "Pro" que significa adelante y "Crastinus" que hace referencia al futuro. La traducción más correcta sería dejar para mañana aunque también la encontramos traducida como postergar, posponer y aplazar lo que se traduce como dar menos importancia a una situación o persona que espera, y además, “dejar para después”, convirtiéndose en una adicción o hábito.

Procrastinamos constantemente en nuestra vida, postergamos ir al banco, ir al médico, hacer ejercicio, iniciar hábitos adecuados en nuestra alimentación, postergamos el inicio de un nuevo proyecto, postergamos la entrega del informe, postergamos terminar esa relación toxica por miedo a quedarnos solos, dejamos para ir a un lugar en el momento en que están justo a punto de cerrar, pagamos los recibos en el último día, o terminamos haciendo las tareas escolares o universitarias la noche antes de entregarlas. Impedimos que nuestra vida mejore en diversos ámbitos, no aprovechamos las oportunidad de mejorar emocional y profesionalmente, no dejamos nuestras adicciones, no resolvemos nuestros problemas familiares, procrastinamos en compartir tiempo de calidad con nuestros seres queridos, generando insatisfacción, inseguridad y estancamiento en nuestra vida encontrando la excusa perfecta para darle prioridad a las cosas que no son tan importantes en nuestra vida, ¿para qué? “No hay nada más inútil que hacer de forma muy eficiente aquello que no debería hacerse en absoluto” (Drucker. 2018).

Ahora nos preguntamos: ¿por qué se fortalece la procrastinación en nuestras vidas? y ¿cómo desarmarla?, entre los diferentes factores que contribuyen a que la procrastinación  se fortalezca encontramos:

Falta de método
Evidenciado en la falta de orden, planificación, manejo inadecuado de los horarios, el no reconocimiento de los factores que me llevan a procrastinar, nuestra incapacidad de carácter para ser responsables con nuestras obligaciones, inadecuado manejo de las nuevas tecnologías y dispositivos electrónicos.

Falta de significado.
Postergamos aquellas cosas que percibimos que no tienen tanto significado en nuestra vida, como poco placenteras y que decidimos en el momento no verlas importantes siendo relevadas por otras que se perciben gratificantes (redes sociales, una película o dormir una “pequeña siesta” de 2 o 3 horas). La ausencia de motivación y responsabilidad, la falta  de un refuerzo positivo nos lleva a reconocer únicamente lo que nos satisface en el instante, lo latente, lo visible y lo palpable, para justificar la procrastinación de las cosas que  realmente a mediano y largo plazo podrían cambiar nuestra vida satisfactoriamente, logrando significados triunfos.

Inadecuado manejo del miedo.
El miedo al “¿qué dirán?”, el miedo a emprender un proyecto y no saber si dará resultado, miedo al fracaso, el miedo a mostrar mis debilidades, miedo a las tareas que enfrentamos, miedo a las cosas nuevas con resultados desconocidos.

¿Cómo reducir la procrastinación?
Es necesario en un primer momento tener claridad qué es importante para nuestras vidas, identificar y reconocer prioridades así como factores de riesgo que nos puedan llevar a procrastinar, preguntarnos: ¿qué es lo peor que me puede pasar en mi vida si sigo procrastinando?, se debe adquirir compromiso y responsabilidad en todos los ámbitos de nuestra vida, optar por un entorno de trabajo sin distracción, programar nuestros días por medio de pequeñas tareas a realizar, reforzar positivamente el esfuerzo al iniciar la tarea, los pequeños avances, visualizarse recibiendo la recompensa por hacer las cosas bien.

Reconoce los hábitos más apropiados para tu vida, busca la excelencia, Habitus proyecto social 8619 te acompaña, justo ahora es el mejor momento, busca la transformación de emociones que generen pasión por la vida… si no es ahora, entonces ¿cuándo?....

Alejandro Vélez Giraldo
    Trabajador social y terapeuta en adicciones de Habitus.