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jueves, 2 de junio de 2022

Adicción y abstinencia: apuntes sociales


… hemos conseguido reemplazar coacciones y colonialismos

raciales, religiosos y militares, que ahora nos parecen indecorosos,

por coacciones y colonialismo médicos y terapéuticos, que ahora

nos parecen decorosos.

Thomas Szasz [1]


En el presente es muy común estimar que cuando una persona deja de usar una sustancia estimada como psicoactivo, por algún tiempo, en algunos casos este empiece a percibir una variedad de sensaciones mentales y corporales que le producen cambios emocionales, alteraciones en el humor, una incomodidad nada fácilmente explicable; nos encontramos con lo que se ha identificado por más de 50 años, como un conjunto de síntomas indicativos de que el individuo se aboca a una especie de impaciencia y angustia por el deseo (no refrenable) de volver a ingerir la substancia en cuestión. Esto es, palabras más, palabras menos, lo que podríamos denominar técnicamente por estos días como síndrome de abstinencia [2]. Lo cual ocurre por la existencia de una adicción.

No obstante, sobre este punto repetido hasta la saciedad por los medios de comunicación, casi que, como una obviedad, al igual de otros temas científicos, existen diversos enfoques en la medida de los avances en las investigaciones cada vez más multidisciplinarias, y, de otra parte, en lo infructuoso de los tratamientos al mencionado malestar vinculados estrictamente a la medicina. Por ello se hace necesario plantear las nuevas visiones respecto a tan socorrido asunto de notorios visos sociales.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, la definición más común de lo que se conoce como adicción podría ser:

‘Consumo repetido de una o varias sustancias psicoactivas, hasta el punto de que el consumidor (denominado adicto) se intoxica periódicamente o de forma continua, muestra un deseo compulsivo de consumir la sustancia (o las sustancias) preferida, tiene una enorme dificultad para interrumpir voluntariamente o modificar el consumo de la sustancia y se muestra decidido a obtener sustancias psicoactivas por cualquier medio’ [3].

En realidad, existen versados conceptos sobre la ausencia de homogeneidad de opiniones entre quienes estudian la materia, a la par de la difusión masiva de un discurso único:

‘… no se ha alcanzado un consenso duradero sobre la naturaleza esencial de la adicción, su causa, su remedio o incluso su definición. En lugar de consenso, hay cientos de teorías y prácticas de tratamiento divergentes, eclipsadas por una sabiduría oficial simplista que es proclamada con vehemencia por gobiernos y principales medios de comunicación’[4]. 

Enfoques diversos. En este contexto encontramos una postura divergente de la ‘oficial’, a partir no ya desde el terreno médico sino un ‘análisis de la adicción enraizado en las ciencias sociales’[5].

A partir de estos dos enfoques diferentes que podríamos afirmar, antagónicos, razonaremos el presente ensayo.

Dentro del criterio que se entiende ubicado en el campo de la medicina, el planteamiento central es que respecto a la persona que se estima objeto de un problema de adicción, ‘su vida está dominada por el consumo de la sustancia, hasta llegar a excluir prácticamente todas las demás actividades y responsabilidades’ [6]. Dicha situación es estimada por buena parte de los expertos como ‘una enfermedad con entidad propia, un trastorno debilitante arraigado en los efectos farmacológicos de la sustancia, que sigue una progresión implacable’[7]. A lo cual agrega un variopinto de definiciones y puntos de vista que guardan relación directa con posturas prohibicionistas de ciertas sustancias que se fueron afianzando en el siglo XX, dejando entrever un variable uso político de los términos [8], a través de una posición global generada desde preceptos religiosos [9].

Es claro que desde por lo menos los años cincuenta del siglo pasado, se presentan continuamente ambigüedades, equívocos y manipulaciones, etc., que para iniciar una aproximación en el tema es pertinente despejar. Veamos algo concreto del planteamiento que podemos distinguir de ‘dominante’ acerca de lo que allí mismo se denomina ‘droga’:

‘Nuestros cerebros están diseñados para asegurar que repitamos las actividades que sostienen la vida al asociar estas actividades con el placer o una recompensa o gratificación. Cada vez que este circuito de gratificación se activa, el cerebro nota que algo importante está pasando que debe recordar y nos enseña que debemos repetirlo una y otra vez, sin pensarlo. Debido a que las drogas de abuso estimulan el mismo circuito, aprendemos a abusar de las drogas de la misma manera’ [10].

Dando alcance a esto, es de señalar que al observar mucho más en contexto general, la denominada abstinencia correlativa a una adicción a las ‘drogas’, se evidencia que ello no es algo muy ajeno a los comportamientos de buena parte de la población mundial, pues se percibe también en la ingestión de bebidas tan cotidianas y casuales como la del bien conocido café, la cual, los lectores deben haber sentido en múltiples ocasiones, sin que les signifique mayor molestia [11].

De conformidad con aquel parrafo, la sensación que ocurre con el habitual café podría interpretarse como expresión de una rara enfermedad, afectante de la conducta y el intelecto, si nos atenemos a la visión dominante en el asunto, la cual afirma expresamente que ‘como resultado de las investigaciones científicas, sabemos que la adicción es una enfermedad que afecta tanto al cerebro como al comportamiento’ [12].

El problema se profundiza cuando percibimos fácilmente que una definición como la antes dicha, es perfectamente aplicable a otras sustancias no sólo legales sino de uso masivo en la población, sin que sea catalogado su consumo y deseo del mismo al presente como ‘enfermedad’, como ‘adicción’ [13]. En el mismo sentido, a la posición preponderante el criterio del abuso es una cuestión relacionada con cantidades crecientes, consumidas compulsivamente, las cuales hacen perder el autocontrol y constituyen actitudes contrarias a las ‘sanas’, favoreciendo impulsos inversos a estas[14], lo cual es muy poco entendible frente a alimentos usuales de la vida moderna contemporánea, como el ya referido café o el té, chocolate, azúcar, etc., hasta hace unos tres cientos años absurdamente prohibidos en Europa [15]. Es sencillo notar que estos son productos no europeos, que estas sociedades ven con un recelo que les conduce a que todo lo exótico fuera de los psicoactivos conocidos en el viejo continente, sea susceptible de sospechas de ser tóxico, de allí las iniciales prohibiciones [16].

Por lo demás, en realidad, sabemos bien por nuestras experiencias personales, que cualquier abuso es perturbador del cuerpo y la mente.

Un elemento allegado directamente desde lo médico nos ofrece una faceta más del asunto planteado, como es el que las recompensas que logran generar los psicoactivos ilegales en muchos seres humanos, son de mucha mayor intensidad que las naturales [17], y justamente esta especial potencia es declarada como causa irresistible de adicciones. En consonancia con ello, contemporáneamente la adicción se tiene como un mal de nuestra era, a lo cual corresponde algo asimilable a una solución de procedimiento: “La drogadicción es una enfermedad del cerebro que se puede tratar” [18]. Todo lo anterior ocurre en muy buena parte, debido a que la inmensa mayoría de esta comunidad científica centra su atención justamente en los efectos de las sustancias en la bioquímica del cerebro[19], dejando absolutamente de lado los entornos sociales en los cuales este y en general, el ser humano como tal, desarrolla su percepción del entorno afectivo y sensorial; en consecuencia, aquello de que el ámbito de las denominadas adicciones gira entorno a repeticiones de consumos, gratificantes[20], resulta extremadamente insuficiente como razonamiento. Punto correlativo y crucial aquí es el planteamiento oficializado de que las drogas poseen la capacidad de cambiar el cerebro [21]. Una tesis de por sí bastante discutible [22].

Dislocación=desquiciamiento. Existen cconceptos científicos basados en aspectos sociales y trabajo de campo que abordan las implicaciones adictivas del consumo de psicoactivos y otros hábitos, estableciendo que estos a menudo desarrollan una función compensatoria mejor que cualquier otra alternativa alcanzable (La globalización de la adicción: un estudio sobre la pobreza del espíritu. 2009[23]).  Personas por diversos motivos dislocadas (desplazadas, desquiciadas, desterradas de sí mismas y sus entornos sociales) se aferran desesperadamente a sus consumos (adicciones) porque, sin ellos, tienen terriblemente pocas razones para vivir [24]. En este orden de ideas, el enfoque formulado por Bruce K. Alexander [25] (tomado de Karl Polanyi), permite observar sin prejuicios consumos prohibidos que abarcan varias clases sociales, con lo cual se puede entender como los psicoactivos trascienden lo establecido por apreciaciones que limitan la observación y análisis de sus antecedentes y consecuencias a ciertas capas subalternas de la población, cuando la mencionada dislocación puede cubrir cualquier ámbito de esta [26]. Lo cual se erige como un avance humanista en la comprensión científica de tan multidimensional hecho.

Es indispensable resaltar que las sustancias psicoactivas legales ocasionan sufrimientos físicos y psicológicos similares en sus efectos a los que se argumentan de las proscritas, como en el caso del tabaco, el cual tiene un saldo en muertes realmente pasmoso [27]; qué decir del alcohol en sus múltiples presentaciones [28]. Como es evidente, esto no es muy publicitado más allá de los entornos médicos. Tampoco podemos obviar que este último, han sido seguramente utilizado en algún momento por el lector, lo cual nos ofrece una magnitud realista de lo intrincado del tema abordado y sus variadas implicaciones en las comunidades, las cuales deberían ser comprendidas en entornos de individuos procurando interactuar en sociedades extremadamente complejas, de despersonalizados ambientes urbanos, mediadas por vértigos inmediatistas y saturadas de impulsos orientados al exacerbado consumismo. Fenómenos desconocidos previamente a la industrialización.

Abstinencia como preludio a lo recurrente. La adicción y el síndrome de abstinencia, son destacados en el relato dominante una vez más en los aspectos químicos de la sustancia correspondiente y los efectos en el cuerpo del sujeto [29]. La abstinencia precede indispensablemente a lo que se denomina ‘recaída’ [30]. En otros términos, la abstinencia equivale a un preludio indispensable de las reincidencias en los términos científicos imperantes. Dicha continencia en sustancias adictivas legales no es relevante en absoluto relevante.

Lo político de la búsqueda de la abstinencia. Bajo lo anteriormente expuesto, una parte significativa de la población mundial resulta en adicta, dependiente, enganchada a algo y al resto, en potencialmente proclive a ello, por tanto, policial y hasta (en algunos casos) militarmente, bajo insidiosas sospechas, en aplicación de ruidosos planes de ‘guerra contra las drogas’ en todas sus variantes (en el Tercer Mundo). Por consiguiente, unos y otros se encuentran en diversas medidas sujetos a tratamientos, terapias, amonestaciones preventivas, represiones (inmersión en el sistema penal, con cárcel u otras medidas análogas), medicinas tranquilizantes o sustitutas de las adictivas y al posible ingreso a centros terapéuticos, en general, a algún tipo de trato estatal o asimilable más o menos arbitrario.

Por consiguiente, buena parte de los habitantes del planeta, en naciones empobrecidas pero estratégicas, se encuentra sometida a la posibilidad creíble de invasivas y variadas vigilancias bajo el sibilino pretexto del provecho común, soportado este en conceptos médicos, científicos, basados en lo que se considera son razonables opiniones, que no constituyen más que un neocolonialismo.

Drogas y control social. En este orden de ideas, la categoría ‘usuario de sustancias’ impuesta hoy por hoy, se ha ampliado de una manera productora de un mundo de adictos, dependientes a cualquier cosa, natural, artificial, reciente o antigua, ingerida o comportamental, además de proclives al quebrantamiento de la correspondiente abstinencia; ello equivale, con las crecientes prohibiciones venidas desde el siglo XX, a un control social ya no argumentado mediante preceptos místicos, de buenas costumbres, tradiciones, etc., sino como fórmulas eruditas, preceptos psiquiátricos o psicológicos de beneficio general a la población. Evidenciando lo político de un entramado, al cual sucintamente se denomina: salud pública. Una noción clave aquí.

Las circunstancias políticas del circuito de comercialización perseguida de las drogas proscritas, permiten ver absurdos de gran calibre desde el punto de vista eminentemente lógico, nunca esclarecidos, como que ‘hoy en día, el tráfico de drogas consiste en gánsteres desconocidos que venden sustancias desconocidas a consumidores igualmente desconocidos, en la oscuridad. Esta es por antonomasia la ley de la selva’[31]. En este clima, no es posible esperar otra cosa, sino que los más fuertes dominen, esto es, quienes retienen el poder. Ello explica el motivo de permanencia y expansión del modelo.

Profundizando aún más en la relación política-ciencia en las sustancias prohibidas, se ha de advertir el hecho explicativo de que ‘prácticamente todos los fondos de investigaciones que respaldan la versión dominante de los efectos de las sustancias en el cerebro, son provistos justamente por gobiernos que apoyan y patrocinan la llamada ‘guerra contra las drogas’[32]. Consecuencialmente, hay una efectiva y férrea censura en la materia, como lo certifica el calificado abogado Eric Sterling [33], quien sabe bien de la materia como redactor de draconianas leyes ‘antidrogas’ en pleno auge del psicoactivo llamado ‘crack’[34], las cuales fueron en aquellos conservadores años ochenta, reaccionarias en muchos aspectos, agregando a través de sus proscripciones formas de dominación interna en los propios EE.UU.:

‘La iniciativa de (Ronald) Reagan (presidente de EE.UU. 1981-89) de 1982, sus prioridades legislativas, su forma del debate público y sus prácticas en el Departamento de Justicia, llevadas adelante por George H. W. Bush (1988-1992) y Bill Clinton (1992-2000), hizo de la guerra contra las drogas probablemente el instrumento más poderoso para mantener el privilegio blanco en los últimos veinte años’[35].

Investigaciones específicas en este campo, son críticas del papel de conservación de la supremacía racial ejercido a través de estas ruidosas políticas de criminalización de etnias específicas [36]. Las elucubraciones en este sentido, tomaron cursos, verdaderamente alucinantes en cuanto lo fantástico de las justificaciones de las prohibiciones relacionadas con ciertos segmentos de las comunidades [37]; cuando, incluso existen evidencias de que los blancos son más proclives en ciertas encuestas, a ser determinantes traficantes frente a los miembros de otros grupos poblacionales [38]. Es ostensible que se trata de temor a que las minorías amenacen la sociedad blanca estadounidense [39].

Estado productor de drogas y experimentos con ellas. Lo anteriormente relatado posee claros antecedentes, que han sido tenidos en cuenta por los detentadores del poder, pues pasada la Segunda Guerra Mundial, la potencia dominante del hemisferio occidental, Estados Unidos, había iniciado investigaciones sobre los efectos de una gran variedad de sustancias cambiantes de la percepción de la realidad y el estado de ánimo; justamente tomando directamente experiencias en este campo de parte de oprobiosos y terroríficos regímenes como la Alemania nazi y el imperio Japonés, quienes practicaron en estos tiempos bélicos un predecesor tráfico de psicoactivos con propósitos de servir de estrategia financiera de guerra[40]. Experimentando todo tipo de métodos eugenésicos y proyectos de control directo de individuos, a través de sustancias, con resultados negativos a sus iniciales intenciones; empero, las observaciones prácticas de ello, les condujeron a adentrarse en los aviesos campos de la tortura y la desorientación mental [41]. Oportuno es advertir en este contexto, que justamente la aceptación social de ciertas sustancias se relaciona con el empleo terapéutico de otras, para tratar pacientes enfermos y el abuso es asimilado al uso tóxico de drogas para envenenar a gente saludable [42].

Pasado muy psicoactivo. En cuanto al pasado de las relaciones de la política con los psicoactivos, durante el imperio más influyente en la antigüedad europea, el romano, existía una especie de regulación general sobre las sustancias psicoactivas, que hoy no podríamos llamar de otra manera sino de permisiva, liberal, siempre y cuando no perturbaran la sagrada auctoritas, es decir lo que podríamos hoy definir como las relaciones de poder. Dicho manejo en todo de acuerdo con el anterior pensamiento griego, se refleja en apartes de su ordenamiento jurídico, modelo aún en occidente, por ejemplo, en la Lex Cornelia, precepto genérico en la materia de psicoactivos que alternan el estado de ánimo, instaurado ya desde la época de la república romana. Así en esta norma ‘droga es una palabra indiferente, donde cabe tanto lo que sirve para matar como lo que sirve para curar, y los filtros de amor, pero esta ley sólo reprueba lo usado para matar a alguien’ [43].

Ahora bien, al apreciar, aunque fuera lejanamente, la amenaza de un psicoactivo, así fuera tradicional, también por entonces se le establecía como fundamento de restricciones sociales:

‘El primer crimen histórico contra la salud pública fue el culto dionisíaco en la Roma republicana, gracias a cuya represión pudo gestarse el senadoconsulto que introdujo —como «defensa del Estado»— el fin de las libertades públicas. Fuente de abominables (e indemostrados) crímenes, la voluptas vini no sólo representó un mal que se mantuvo exactamente tanto como su persecución; fue también un modo subrepticio pero eficaz de introducir normas y procedimientos extraños al derecho clásico, aunque económicos para un poder progresivamente volcado hacia lo policíaco’ [44].

Aquí arribamos a una sustancia de intenso consumo en la antigüedad: el opio. este adormecedor por excelencia, denominado la ‘aspirina’ de la antigüedad; es el generador del término ‘estupefacientes’, que en español significa sustancias somníferas, soporíferas, o paralizadoras; en la actualidad grotescamente utilizado indistintamente hasta la saciedad, como sinónimo de psicoactivos, haciéndolo extensivo a sustancias como el clorhidrato de cocaína[45] o de los diversos alucinógenos (ácidos), los cuales pueden tener muchos efectos, pero los de adormecer o inmovilizar, sólo puede haber sucedido en casos de patologías.

Los equívocos modernos en estos temas son recurrentes [46]. La realidad es dura y no se compadece con lo que mediáticamente nos dicen: ‘Y es que la mayoría de nuestros principios básicos sobre sustancias psicoactivas no responden a la verdad. Las drogas no son lo que pensamos’ [47]. A esta altura no puede extrañar que verdaderos desatinos sean propagados como objetivo conocimiento científico, generador a su vez de preceptos jurídicos, es decir, interdicciones generales de variados grados.

Sin embargo, regresemos a la antigüedad. De los tiempos de Aristóteles se nos ofrece una muestra de lo que significaba una ‘droga’ en aquellos tiempos, con una muy racional ausencia de criterios tan poco científicos de ‘bien’ o ‘mal’:

‘Se administra una dracma (3,2 gramos) si el paciente debe simplemente animarse y pensar bien de sí mismo; el doble de esa dosis si debe deliberar y sufrir alucinaciones; el triple si debe quedar permanentemente loco; se administra una dosis cuádruple si el hombre debe morir’[48].

Respecto al síndrome de abstinencia llama la atención a científicos de tiempos modernos, el que tanto en las descripciones farmacológicas griegas, así como en las romanas se presenta una absoluta falta de referencias a problemas contemporáneamente establecidos como adicciones. Ni médicos como Dioscórides, Escribonio, o el muy citado Galeno, hablan de que por ejemplo el opio procedente de la amapola [49], conocida antiguamente como adormidera (papaver somniferum), utilizada desde épocas de los asirios [50], ocasione un acostumbramiento involuntario, el cual implique la necesidad de ingerir cantidades mayores de la sustancia, ni tampoco de síntomas de abstinencia graves y esto registrado por varios siglos de consumos [51]. La paradoja se hace presente:’… la toxicomanía es un concepto desconocido hasta hace un siglo, mientras los tóxicos básicos –y su libre consumo- existen hace milenios’ [52].

Cambios desconcertantes. En sustento de lo anterior, se establece que desde la antigüedad al presente se ha tenido desde el propio punto de vista médico, que  drogas (psicoactivos) y su consumo no constituyen una unidad, y esto implica dirigirnos al terreno de la oportunidad, la pertinencia, mesura en su uso[53], lo cual naturalmente nos aboca a su contrario, su ingestión desordenada, improcedente, temeraria[54], que en estos tiempos de sociedades y culturas desarraigadas, con tendencias atomizantes y hedonismo consumista del capitalismo presente, significan la desubicación del individuo de la que habla precisamente Bruce K. Alexander.

Aquí la pregunta que emerge en cuanto a lo que ocurría en la antigüedad frente al presente, no puede ser otra sino ¿qué tanto hemos cambiado los seres humanos de aquel entonces a los de ahora, para que situaciones de consumo de sustancias psicoactivas, sean hoy establecidas dominantemente como de ocurrencia calamitosa y con tendencia a extenderse pandémicamente en la población, cuando en la antigüedad ni siquiera tuvieron suficiente entidad como para que fueran descritas mínimamente como dolencias?

Para una respuesta es necesario tener en cuenta como a partir de los tiempos de la acelerada acumulación capitalista del siglo XIX, se presenta un auge puritano pregonizante de un concepto novedoso, la abstinencia absoluta, que al parecer sirvió de empuje a prácticas prohibicionistas posteriores [55]. Sin embargo, esto evidenciaba una vez más inmensas contradicciones en las sociedades donde se originan los modelos de controles con base en psicoactivos, si consideramos al hombre adinerado de inicios de siglo XX, consumidor impenitente de heroína llevando una vida sin contratiempos notables, el cual es reemplazado como usuario de la sustancia por nuevas generaciones pertenecientes a clases sociales subalternas, quienes resultan objeto de ruidosas persecuciones policiaco administrativas que aún perduran[56].

Teniendo en cuenta incluso las visiones dominantes del presente que se relacionan con adicciones o dependencias, de la categoría que se trate, como un esquema procurante al menos, de un mínimo bienestar en la población, es innegable que precisamente el sistema político, es decir, policial, de control de los consumos ha crecido exponencialmente, con unas consecuencias en la vida pública de ciertas poblaciones (periféricas), que no se pueden catalogar sino como desastrosas. En otras palabras, con el fin de evitar lo estimado como un mal, un perjuicio, se está propiciando objetivamente otros de mucha mayor entidad, que aquel que se deseaba, no ya aniquilar, sino disminuir:

 ‘Los datos proporcionan pruebas irrefutables de que el sistema internacional de control de drogas no sólo ha fallado en reducir el consumo de drogas adictivas y peligrosas, sino que también ha encabezado un aumento sostenido de su empleo. Ningún progreso ha sido logrado en el alcance de la abstinencia global, a pesar de los enormes recursos técnicos, financieros y de organización dedicados a este fin’ [57].

Noam Chomsky, quien no requiere presentación, sin cortapisas ha manifestado al respecto que dicha situación dista mucho de ser fortuita, estimando que la señalada ‘guerra contra las drogas’, no es un fracaso, sino que simplemente alberga un propósito diferente al proclamado [58].

Atendiendo esta última opinión, podemos comprender que, si nos adentramos en las relaciones de poder generadas con la ilegalización de sustancias, por su mero consumo, modelo del siglo XX, la proscripción general por sí misma permite diversos procederes de desdoblamiento del poder estatal, en formas ilegales de este, por tanto abusivas, a causa del mercado negro consecuencial [59]Allí, un factor de conveniencia de primer orden favorecedor de la continuidad de un modelo censurable de tratamiento de lo que hoy conocemos como adicciones, al servir este de método subrepticio de intervenciones sociales, buscando afianzar posiciones dominantes de poder, desde lo oculto y antidemocrático de pérfidas acciones encubiertas [60].

Respecto a los psicoactivos ilegalizados podemos establecer un conjunto de censuras contemporáneas, pletóricas de equívocos, en veces a contravía de la ciencia y razonamientos elementales, erigidas como estrategias de restricción de libertades e intromisión en los asuntos internos de otros países. Reveladoras investigaciones en curso muestran un panorama diverso al imperante, permitiendo superar maniqueísmos, reconstruyendo una visión de conjunto de la realidad, que en este campo ha sido intencionalmente distorsionada con toscas simplificaciones.


Escrito por Alberto Rojas Andrade


Notas.

[1] Drogas y Ritual. La Persecución Ritual de Drogas, Adictos e Inductores. Fondo de Cultura Económica. Madrid 1990. Pág. 11.

[2] La definición científica más conocida es: ‘Cuando un paciente recién deja de abusar las drogas, puede sentir una variedad de síntomas físicos y emocionales, incluyendo la depresión, la ansiedad y otros trastornos del estado de ánimo, inquietud y dificultad para dormir’. Nora D. Volkow, M.D. Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos Institutos Nacionales de la Salud. National Institute of Drug Abuse NIDA. Las Drogas el Cerebro y el Comportamiento. La ciencia de la Adicción. Febrero de 2008.  Pág. 26, 27.

[3] Ildefonso Hernández Aguado. Glosario de Términos de Alcohol y Drogas. Word  Heath  Organization. Gobierno de España. Ministerio de Sanidad y Consumo. Centro de Comunicaciones. Madrid 1994. Pág. 13

[4] Bruce K. Alexander. Un cambio de lugar para la adicción: de la medicina a las ciencias sociales. https://web.archive.org/web/20111113161234/http://globalizationofaddiction.ca/articles-speeches/176-change-of-venue.html

[5] Alexander. Op. Cit.

[6] Hernández Aguado. Ibídem

[7] Hernández Aguado. Ibídem

[8] ‘Entre las décadas de 1920 y 1960, se hicieron varios intentos para diferenciar entre “adicción” y “habituación”, una forma menos severa de adaptación psicológica. En la década de los años 60 la Organización Mundial de la Salud recomendó que dejaran de usarse ambos términos a favor del de dependencia, que puede tener varios grados de severidad’. Hernández Aguado. Ibídem.

[9] ‘…  la visión oficial se originó como una filosofía religiosa, no como un descubrimiento científico’. Alexander. Op. Cit.

[10] Volkow.  Pág. 18

[11] ‘En contraste con otros fármacos de energía, la cafeína produce un síndrome de abstinencia en mucho menos tiempo que opio, heroína o barbitúricos. Desde 1943 se sabe que 80 miligramos diarios de cafeína (equivalentes a cinco tazas de exprés, o diez de café aguado), absorbidos durante una semana, bastan para reducir un cuadro carencial. … Nuevos experimentos, llevados a cabo en 1969, confirmaron las conclusiones de 1943’. Antonio Escohotado. Aprendiendo Sobre Las Drogas. Usos, abusos, prejuicios y desafíos. Pág. 49.

[12] Volkow.  Pág. 5

[13] ‘Adicción: es un estado psicofisiológico caracterizado por el impulso irreprimible de consumir una droga para aumentar la sensación de calma, de excitación, de adormecimiento o lo que nos cause la droga en cuestión’. Johann Harí. Tras el Grito. Revolucionario y sorprendente relato de la verdadera historia de la guerra contra las drogas. Ediciones Culturales Paidos. México 2015. Pág. 242.

[14]‘De igual manera que el abuso continuado puede llevar a la tolerancia o a la necesidad de dosis más altas de la droga para producir efecto, también puede llevar a la adicción, que hace que el abusador busque y consuma drogas compulsivamente. La drogadicción corroe el autocontrol y la capacidad del usuario de tomar decisiones sanas, mientras envía impulsos intensos para que consuma drogas’. Volkow. Pág. 20

[15] ‘La sociedad y el Estado llegaron a la conclusión de que en lugar de prohibir los nuevos estimulantes era preferible gravarlos con impuestos’. Wollgang Schivelbusch. Historia de los Estimulantes. El paraíso, el sentido del gusto y la razón. Editorial Anagrama. Barcelona 1995. Pág. 262, 263.

[16] Schivelbusch. Historia de los… Pág. 240

[17] Volkow. Pág.18.

[18] Volkow. Pág. 1

[19] Harí. Pág. 230.

[20] ‘Es por eso que el abusador eventualmente se siente triste, sin vida y deprimido y no puede disfrutar de las cosas que anteriormente le producían placer. Ahora necesita consumir drogas solamente para lograr que la función de la dopamina regrese a lo normal. Es más, necesita tomar cantidades más grandes de la droga de lo que antes consumía para crear la euforia de la dopamina, efecto que se conoce como tolerancia’. Volkow. Pág. 19

[21] Volkow. Pág. 8

[22] Se habla de daño respecto a ‘áreas del cerebro responsables de la elección’. Alexander. Op. Cit.

[23] Alexander. Op. Cit. Ver también The Roots of Adiction in Free Market. Bruce K. Alexander. Canadian Center of Policy Alternatives. Abril de 2001.

[24] Alexander. Op. Cit.

[25] Profesor de psicología del Simon Fraser, conduce investigaciones sobre adicciones por más de 30 años, siendo investigador asociado en CCPA y autor también de Peaceful Measures: Canada’s Way out of the War on Drugs, University of Toronto Press, 1990.

[26] ‘La dislocación de Polanyi, como la adicción, no tiene límites de clase. La dislocación ocurre con frecuencia junto con la pobreza material, pero no son lo mismo. Si bien la pobreza material puede aplastar a personas y familias aisladas, se puede sobrellevar con dignidad cuando las personas la afrontan juntas. Por otro lado, las personas desplazadas están devastadas incluso si son capitalistas ricos’. Alexander, Op. cit.

[27] ‘La nicotina es un estimulante adictivo que se encuentra en los cigarrillos y otras formas de tabaco. El humo de tabaco aumenta el riesgo del usuario de desarrollar cáncer, enfisema, trastornos de los bronquios y de enfermedades cardiovasculares. La tasa de mortalidad asociada con la adicción al tabaco es alarmante. El uso de tabaco ha causado la muerte de aproximadamente 100 millones de personas en el siglo XX y, si las tendencias actuales de tabaquismo continúan, se calcula que el total de muertes en el siglo actual llegará a los mil millones’. Volkow. Pág. 23.

[28] ‘El alcohol puede causar daño al cerebro y a la mayoría de los órganos del cuerpo. Las áreas del cerebro que son especialmente susceptibles a los daños causados por el alcohol son la corteza cerebral (principalmente responsable por nuestras funciones cerebrales superiores, incluyendo la solución de problemas y la toma de decisiones), el hipocampo (importante para la memoria y el aprendizaje), y el cerebelo (importante para la coordinación de los movimientos)’. Volkow. Pág. 23

[29]‘Por adictivo se entiende aquel fármaco que administrado en dosis suficientes durante un periodo de tiempo lo bastante largo- induce un cambio metabólico, y si deja de usarse desencadena una serie de reacciones mensurables, llamadas síndrome de abstinencia’ Antonio Escohotado. Aprendiendo Sobre Las Drogas. Usos, abusos, prejuicios y desafíos. Pág.16

[30] ‘La recaída se produce cuando el sujeto se expone a una situación de riesgo y no es capaz de responder con las estrategias de afrontamiento adecuadas para garantizar el mantenimiento de su abstinencia.’ Lisardo Becoña Iglesias, Maité Cortés Tomás. Coordinadores.  Guía Clínica de Intervención Psicológica en Adicciones. Guías Clínicas SOCIDROGALCOHOL basadas en la EVIDENCIA CIENTÍFICA. Barcelona 2008. Pág. 43, 44.

[31] Harí. Pág. 335.

[32] Carl Hart, Universidad de Columbia. Citado por Harí. Pág. 230.

[33] De acuerdo a estudios para el National Institute on Drugs Abuse (NIDA). Citado por Johann Harí. Pág. 230, 231.

[34] Eric E. Sterling, JD, es Presidente de Criminal Justice Policy Foundation;  ‘En 1979, Sterling, de 30 años de edad, fue a trabajar para una comisión de la Cámara de Representantes dirigida por los demócratas para combatir el crimen. Un año después, Ronald Reagan ganó la Casa Blanca y los republicanos ganaron el Senado. Una batalla épica por el control político consumió gran parte del resto de esa década, Sterling estaba en medio de ella, fue encargado de redactar la política de sentencias mínimas obligatorias. Han pasado los últimos 30 años hablando en contra de las repercusiones y el cinismo de la política de drogas que ayudó a promulgar y la naturaleza destructiva de la guerra contra las drogas’. Inside the War on DrugsDrug LawsSeptiembre 13 de 2018. https://www.drugstories.org/stories/eric-sterling

[35] Eric Sterling. Drug Policy: A Challenge of Values. The Haworth Press. Inc. 2004. Pág. 72

[36] Al respecto ver Michelle Alexander. The New Jim Crow. The New Press, New York, 2010. Pág. 4 ss.

[37] ‘Un experto en medicina lo dijo sin rodeos, ‘los negros que han tomado cocaína son difíciles de matar’; un alto magistrado que los chinos ‘atacaban a la raza blanca por medio de la ‘hierba’ y cuando llegara el momento, sería capaces de gobernar el mundo’. Harí. Pág. 43, 44.

[38] ‘If there are significant differences in the surveys to be found, they frequently suggest that whites, particularly white youth, are more likely to engage in illegal drug dealing than people of color’. Michelle Alexander. Pág. 97. Ver así mismo a Howard N. Snyder and Melissa Sickman, Juvenile Offenders and  Victims: 2006 National Report, U.S. Department of Justice, Offi ce of Justice Programs, Office of Juvenile Justice and Delinquency Prevention (Washington, DC: 2006), reporting that white youth are more likely than black youth to engage in illegal drug sales; Lloyd D. Johnson, Patrick M. O’Malley, Jerald G. Bachman, and John E. Schulenberg, Monitoring the Future, National Survey Results on Drug Use, 1975– 2006, vol. 1, Secondary School Students, U.S. Department of Health and Human Services, National Institute on Drug Abuse, NIH pub. no. 07-6205 (Bethesda, MD: 2007), 32, stating “African American 12th graders have consistently shown lower usage rates than White 12th graders for most drugs, both licit and illicit”; and Lloyd D. Johnston, Patrick M. O’Malley, and Jerald G. Bachman, Monitoring the Future:National Results on Adolescent Drug Use: Overview of Key Findings 2002, U.S. Department of Health and Human Services, National Institute on Drug Abuse, NIH pub. no. 03-5374 (Bethesda, MD: 2003), presenting data showing that African American adolescents have slightly lower rates of illicit drug use than their white counterparts. Citados por Michelle Alexander. Pág. 276

[39] Sobre todo los negros, mexicanos y chinos. Harí. Pág. 42

[40] Para el espionaje nazi, el campo del tráfico clandestino de sustancias psicoactivas era un espacio pertinente para realizar sus actividades secretas con la cuales financiar el esfuerzo bélico, ya extenuado para entonces y en mucha mejor medida que sus rivales aliados, pues era productor de dichas drogas, es decir, seguramente para obtener divisas en un momento donde empezaban a escasear o acaso para sobornos en el exterior. Eran cantidades descomunales que superaban con creces las necesidades médicas anuales del Tercer Reich Alemán’. Norman Ohler. High Hitler. Las Drogas en el Tercer Reich. Editorial Planeta Colombiana S.A. Bogotá 2016. Pág. 172.

[41] Existió tal certeza en las ‘bondades’ en los métodos nazis en el espionaje de EE.UU., que incluso se llegó a tener en cuenta a inhumanos especialistas de un sistema dictatorial, el cual llegó a experimentar, nada más y nada menos, por ejemplo, que en la creación estrambótica de una especie de zombis-guerreros. Ohler. Pág. 219

[42] Szasz. Drogas y… Pág. 31

[43] Digesto, 1975, vol. III, pág. 699. Citado por Antonio Escohotado. Historia General de las Drogas. Alianza Editorial S.A. Madrid 1998. Pág. 123

[44] Escohotado. Historia… Pág.  864

[45] ‘La cocaína es un potente estimulante del sistema nervioso central que se emplea con fines no médicos para producir euforia o insomnio; el consumo repetido provoca dependencia’. Hernández Aguado. Pág. 24

[46] ‘En el origen de semejantes atropellos al sentido común está la evolución semántica experimentada a principios de siglo (XX) por el término «narcótico» — del griego narkoun, que significa: adormecer y sedar— aplicado hasta entonces, sin connotaciones morales, a sustancias inductoras de sueño o sedación. El inglés narcotics, traducido al francés como estupéfiants, es lo que llamamos «estupefacientes»’. Escohotado. Historia... Pág. 10

[47] Harí. Pág. 15

[48] Escohotado. Aprendiendo … Pág.12,13

[49] Opio (opion) significa ‘jugo de amapola’ en griego. David T. Courtwright. Las Drogas y la Formación del Mundo Moderno. Breve historia de las sustancias adictivas. Ediciones Paidos Ibérica S.A. Barcelona 2002. Pág. 61.

[50] En unos ideogramas fechados en el año 4000 antes de nuestra era y llamada allí ‘planta de la alegría’. Lukasz Kamienski. Las Drogas en la Guerra. Una Historia Global. Editorial Planeta S.A. Barcelona 2017. Pág. 76

[51] Escohotado. Historia… Pág. 128

[52] Escohotado. Aprendiendo... Pág.12

[53] Ensayos médicos se refieren al asunto indicando, justamente, lo relativo que son los efectos de un consumo, dependiendo de las circunstancias y el usuario: ‘Intoxicación por cocaína La respuesta a la cocaína depende de la dosis, vía de administración, experiencias previas del sujeto, el ambiente, y no podemos olvidar que existe una parte de respuesta única de cada consumidor.’ Irantzu González Llona, et alteri. Cocaína: una revisión de la adicción y el tratamiento. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2015; 35 (127), 555-571. Pág. 563.

[54] ‘Se ignora así aquello en lo cual coinciden sin excepción todos los grandes médicos desde Hipócrates hasta hoy: que drogas y uso de drogas no son la misma cosa. En otras palabras, que la divisoria entre conveniencia e inconveniencia no depende de emplear estos o aquellos compuestos, sino de emplearlos con oportunidad y mesura o a destiempo y desordenadamente’. Escohotado. Aprendiendo… Pág.13

[55] ‘Chicos, ¿sabéis por qué nunca he sido borracho? Porque nunca tomé la primera copa’, decía el multimillonario John D. Rockefeller Sr. Citado por Courtwright. Pág. 255.

[56] ‘… la influencia del régimen legal sobre el tipo de usuario y el tipo de administración se observa en el caso de la heroína; antes de empezar a controlarse (en 1925) era consumida de modo regular por personas de clase acomodada, casi siempre activas laboralmente, con una media de edad superior a la cincuentena y ajenas por completo a incidencias delictivas. Una década después empieza a ser consumida de modo regular por un grupo más joven, desarraigado socialmente, hostil al trabajo y responsable de la mayoría de los crímenes’. Escohotado. Aprendiendo … Pág.10

[57] Julia Buxton. The Political Economy of Narcotics. Production, Consumption and Global Markets. Fernwood Publishing. Nova Scotia. 2006. Pág. 81.

[58] David Brooks. Las fallidas consecuencias de la lucha contra el narco: Noam Chomsky. La Jornada. Mayo 13 de 2012
www.jornada.unam.mx/2012/05/13/index.php?section=mundo&article=021n1mun  

[59] “.. el epíteto más apropiado para describir el poder mafioso no es ‘Estatal’ sino ‘para estatal”. Henner Hess. Citado por Ciro Krathausen. Padrinos y Mercaderes. Crimen Organizado en Italia y Colombia. Planeta Colombiana Editorial. Santafé de Bogotá 1998. Pág. 61

[60] ‘Las drogas y las operaciones encubiertas van juntas como pulgas sobre un perro’. David McMichael Antiguo analista de la CIA. Citado por Martin A. Lee, Bruce Shlain. Acid Dreams. The Complete Social History of LSD: The CIA, The Sixties, and Beyond. Grove Press. 1985. Pág. 226