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jueves, 21 de noviembre de 2019

La suerte de saber qué se quiere


La suerte de saber qué se quiere



Habitus

Cada vez podemos ver alrededor del mundo personas muy jóvenes que alcanzan grandes triunfos en el deporte, en los negocios, en las artes, en lo social, y en muchas otras áreas. Notamos en ellos que han dejado de creer en la suerte, en el destino y en las circunstancias, y emprendieron el camino que eligieron para ser felices y hacer felices a otros, estas personas nos enseñan que todo es posible si lo hacemos por nosotros mismo, sin dejar nada al azar.  


Este año un ciclista colombiano fue el ganador de la carrera más dura del mundo en este deporte, Egan Bernal; que a sus 22 años es el ganador del Tour de Francia más joven de la historia. Este campeón es un ser muy interesante y tal vez un ejemplo para cualquiera, no solo por sus múltiples triunfos en el ciclismo, sino también por otras características de su vida.

Todos conocemos personas totalmente contrarias a Egan, personas que fracasan casi en todo, incluso antes de iniciar cualquier proyecto ya saben que fracasarán. Personas enamoradas del pesimismo y de su vida llena de penas e “injusticias”. También conocemos personas que parecieran ser el Rey Midas, pues todo lo que tocan lo vuelven oro, casi todo les sale como quieren y están llenas de historias de éxito y aprendizaje. Pero la realidad de todo esto es que la diferencia entre estas dos clases de personas no es la suerte, el país o la familia donde nacieron, sus circunstancias o las oportunidades que han tenido, la diferencia es la actitud y la decisión por alcanzar sus más altos sueños. La actitud no porque luchen contra las adversidades, al contrario, trabajan para convertir dichas adversidades en algo de beneficio para ellas, ven cada situación (en especial las adversas) como una oportunidad para aprender y avanzar. Y la decisión porque escuchan a sus corazones y toman decisiones con confianza, por lo que luego las defienden con el alma y se responsabilizan de ellas hasta el final.


.. son personas que jamás se quejan (tal vez una de las cosas más difíciles para muchos) y de todo aprenden…


Pensar que una persona de 22 años, que antes de coronarse ganador el Tour de Francia ganó muchas carreras en Europa, Centro América y Sur América, que habla cuatro idiomas y que desde sus 09 años sabía que iba a ser ciclista de profesión es un suertudo, es una excusa descarada para evitar la responsabilidad que a todos nos corresponde por haber alcanzado o no nuestras más altas metas.

Al revisar las historias de personajes como Egan y otros miles de su estilo, no se puede evitar observar características en común, tal vez una fórmula para el éxito que no todos están dispuestos a pagar por su “alto” precio. Son personas que decidieron qué era lo más importante para ellas y pusieron manos a la obra sin desfallecer, siempre con pensamientos positivos a pesar de lo que sucediera, daban más de lo que se esperaba de ellas (nadie ha logrado sus sueños durmiendo o viento televisión por horas enteras), dejaron de ver su éxito como lejano en el tiempo y lo empezaron a saborear en sus pequeños avances, son personas que jamás se quejan (tal vez una de las cosas más difíciles para muchos) y de todo aprenden, siempre que se dieron cuenta que su camino perdía el rumbo hacia sus sueños, lo corrigieron sin dudarlo y se comprometieron con dicho camino, y son personas que no postergan los esfuerzos que sus metas requieren; si hay que hacerlo, se hace y punto.

No basta con soñar y planear, llegar a la meta requiere iniciar, arriesgarse, trabajar con alegría, creer en usted, en sus sueños y en lo que hace, pero en especial conocer sus talentos y desarrollarlos, y para ello se puede ayudar de muchas técnicas. Hay libros excelentes que le darán herramientas, puede inspirarse en biografías de personas célebres, tener un Coach, un consejero o un psicólogo que le ayude a descubrir sus potencialidades, acudir a empresas consultoras como Habitus para ser asesorado. Autorrealizarse vale la pena.

Iván Rendón Giraldo, Psicólogo de Habitus


sábado, 9 de noviembre de 2019

Revolución industrial y social


Revolución industrial y social


La 4ª revolución industrial, es decir, la digital, aquella que nos ha cambiado la forma de relacionarnos, de aprender y de vender servicios, debe incluir también un cambio de paradigmas en las ciencias sociales y educativas, ya que los clientes y estudiantes no ven más al docente o al profesional como una fuente de conocimiento, sino como una guía que inspira a explorar el potencial que todos tenemos y necesitamos aflorar.


El desarrollo de un país y de una sociedad no solo depende de la infraestructura, de la tecnología o del poder económico de sus ciudadanos, también depende en gran medida de la forma en que estos piensan, el cómo asumen la transformación de la ciencia, la economía y la educación. Hagamos el intento de imaginar cómo la empresa de fotografía Kodak, siendo el gigante que era, quebró por negarse a entrar en la fotografía digital, cómo países como Finlandia o Singapur han logrado alcanzar los primeros lugares siendo los países mejor educados e hicieron del conocimiento su más próspero generador de ingresos económicos. Intentemos analizar cómo personas jóvenes han logrado ser independientes y hasta los más ricos del planeta al idear formas diferentes de servir a sus clientes, dejando atrás la economía tradicional y formando Startup, App y toda clase de servicios virtuales. Incluso esta nueva generación de empresarios ya no se centra en vender artículos, sino que en su gran mayoría se centra en vender experiencias a sus clientes, lo cual obviamente es mucho más atractivo y dispone a las personas a pagar más por su servicio.


A esta revolución industrial no pueden ser ajenas las ciencias sociales ni de educación, o corren el riesgo de empezar a ser cada vez menos pertinentes para las necesidades de las personas.


Asistimos a la 4ª revolución industrial, en la que somos testigos de la inteligencia artificial (IA), esa que nos sorprende al ver aplicaciones y maquinas que aprenden solas sin necesidad del ser humano, que nos envían información a nuestros dispositivos digitales basada en nuestras preferencias, pues cada vez que damos un "Like o un Me gusta" queda registrado en la memoria de la plataforma, red social, o aplicación digital, o cómo un automóvil ya tiene la capacidad de parquearse él mismo sin que el conductor deba preocuparse por hacerlo. A esta revolución industrial no pueden ser ajenas las ciencias sociales ni de educación, o corren el riesgo de empezar a ser cada vez menos pertinentes para las necesidades de las personas.

Es así como podemos ver que los más grandes pensadores ya proponen nuevas técnicas y herramientas para implementar servicios como la asesoría terapéutica, educar, influenciar, liderar o transmitir conocimiento. Con el mar de información que encontramos en la red, ya el docente no es más la fuente del conocimiento ni tiene la última palabra en un tema, por lo que su rol debe ser ahora el de inspirar a sus alumnos a investigar, a construir y generar más conocimiento, para lo cual puede acudir a pedagogías como El Aprendizaje Basado en Proyectos, La Gamificación, El Aprendizaje Basado en el Pensamiento, entre otros, además de poder acudir a herramientas como los tutoriales en Youtube, el uso de las redes sociales y las aplicaciones digitales. La psicología ya propone terapias centradas en el potencial del ser humano, sin que sean ya el centro de su guía las conductas, el inconsciente o los trastornos, y propone mejor ayudar a la persona a encontrar su potencial y su propia capacidad de superar las situaciones que se le presentan, por lo que surgen terapias como el Mindfulness, Terapia de Aceptación y Compromiso, La Entrevista Motivacional, La Terapia Analítico Funcional, entre otras.

Nos podemos atrever a decir que en este momento tenemos claridad que las personas, más que información, queremos conocimiento, experiencias, explotar nuestras habilidades y talentos, poder aprender a manejar nuestro estrés más que hacer años de terapia, los jóvenes quieren aplicar lo que aprenden e intervenir en la sociedad de manera directa, y para ellos la teoría de las ciencias sociales y educativas hacen propuestas innovadoras, falta entonces que los profesionales en esta áreas asuman el nuevo rol, que de hecho es totalmente diferente al tradicional.


Iván Rendón Giraldo.
Psicólogo de Habitus

viernes, 1 de noviembre de 2019

Asumir nuestra responsabilidad de guiar



Asumir nuestra responsabilidad de guiar


Ya que procuramos prepararnos para estar a la vanguardia de la tecnología para poder comunicarlos con los demás y con el mundo, también es menester prepararnos para guiar a nuestros hijos en medio de las exigencias que nos propone esta era de avances tecnológicos y sociales. Excusarnos en la situación social, la economía, la disponibilidad de drogas para los jóvenes, las modas y las tendencias, no nos quita la responsabilidad que nos corresponde en la formación y acompañamiento de nuestros hijos.


Gran parte de la humanidad tiene una jerarquía de valores tal que la lleva a experimentar, como consecuencia, vidas infelices y poco satisfactorias. Para todos es obvio que acudimos a una era que ha cambiado la forma de pensar y de relacionarnos, y casi todo esto tiene que ver con la tecnología digital; que viene a mejorar nuestro estilo de vida en la salud, la educación, las comunicaciones, lo ambiental, el hogar, el conocimiento y más. Y a este cambio, rápido por demás, nos hemos adaptado casi todos, desde los más viejos a los menos viejos, para no hablar de las últimas generaciones, pues nacieron ya inmersos en dicha época y para ellos es normal dicha tecnología.

Ya inmersos en esta época procuramos estar a la altura de dichos avances y son muchos los que compran teléfonos celulares, televisores y computadores de última generación, además de acomodarnos a lo que esta tecnología nos impone, pues ya no es excusa no comunicarse con alguien por no estar en su casa y la llamamos a su celular, como tampoco es excusa no estar informados o no adquirir el conocimiento que nos haga falta, pues el Internet nos ofrece ríos de información y formación gratuita en casi todas las áreas del conocimiento, de igual manera, por ejemplo, muchas familias desarticuladas se han vuelto a unir al poderse contactar en cualquier lugar del planeta gracias a las redes sociales como Facebook.

Lo que muchos se niegan a aceptar es que la forma de criar o acompañar a nuestros hijos también debe evolucionar de acuerdo a las nuevas exigencias, y es así como encontramos familias, docentes y adultos en general que ciegos a las nuevas condiciones piden a los niños y adolescentes, u obediencia total o les dan la libertad absoluta para que resuelvan los retos que la vida les pone en el camino, siendo cualquiera de las dos errores que se deben evitar si no queremos adultos sin rumbo, deshonestos e incluso sin deseos de vivir. Un niño obviamente no tiene aún la madurez emocional ni neurológica para asumir ciertas situaciones y tomar decisiones, y un adolescente sin acompañamiento ni normas mínimas buscará, en su desespero por una guía, a quien le dé un sentido de vida, por lo que terminará escuchando a sus pares, a adultos que posiblemente aprovechen su vulnerabilidad o a cualquiera que mínimamente les escuche, y allí están las redes sociales, las padillas, los seguidores de algo; casi siempre algo sin sentido, que les darán lo que nosotros no.

Son muchos los adultos que irresponsablemente afirman que a los niños y adolescentes ya no se les puede reprender porque se pueden ver involucrados en situaciones ilegales, pero lo que hay que entender es que la mayor de las veces, si se orienta y acompaña, no tendremos que reprender, y en los casos que se deba reprender no hay argumentos que digan que golpear o maltratar verbal y psicológicamente mejore la situación. La prevención es la mejor alternativa que tenemos para enfrentar situaciones como el consumo de drogas, la explotación sexual, el acoso escolar y el suicidio, entre otros males, y lo acaban de confirmar los doctores Abhijit Banerjee (indio), Esther Duflo (francesa) y Michael Kremer (estadounidense); quienes recibieron el Premio Nobel de Economía 2019 por proponer un enfoque para combatir la pobreza, y cuya conclusión es que lo que hasta ahora hemos considerado como la solución, no lo es, pues hacer donaciones, brigadas, regalar comida o corregir situaciones ya dadas solo perpetúa los factores que sostienen la pobreza, en cambio ellos proponen un enfoque de prevención que tenga en cuenta el contexto y las necesidades reales, además de mejorar la calidad de la educación en relación a que sea aplicable a la realidad del estudiante.

Y esto se aplica al tema que discutimos en este escrito, la prevención es lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos, lo que no quiere decir que los llenemos de información sobre lo que es malo, sino que les ayudemos a identificar sus emociones y sentimientos, que los aprendan a expresar sabiendo que es bueno permitirse estar triste y que perder no es ser un perdedor, que aprendan a manejar su tiempo libre y sobretodo en soledad, que reduzcan los factores de vulnerabilidad y se fortalezcan como personas autónomas, que den por sí mismos un sentido a su vida. Para todo esto necesitamos ser adultos responsables y asumir la parte que nos toca, aceptar que no es el palo, pero tampoco la permisividad, sino la preparación, la escucha, el respeto por el otro lo que nos ayudará a guiar a estas personas que necesitan acompañamiento para explorar este mundo que tanto los intriga.




Iván Rendón Giraldo.
Psicólogo de Habitus