Autodisciplina para construir el
cerebro que necesitamos
La plasticidad del cerebro humano, la autoconciencia y la voluntad, además de un ambiente favorable, son factores que nos pueden ayudar a construir el cerebro que necesitamos para lograr autorrealizarnos; sólo es hacer la tarea y dejar de quejarnos.
El físico Albert
Einstein fue tal vez uno de los primeros científicos en poner de moda
la ciencia, y al popularizarla se ganó el aprecio y el odio de muchos, fue por
ello que al morir, su cerebro; que tanto nos ha fascinado, fue extirpado para
ser luego estudiado. En un principio éste fue hurtado por el médico al que fue
confiado para su estudio, pero en la década de los 80 del siglo pasado fue
recuperado y entregado a una de las mejores científica del planeta, la doctora Marian
Daimond de la Universidad de
California Berkeley, asegurándose esta vez que su estudio sería llevado a
cabo y expuestos al mundo los resultados de dicho análisis.
Lo particular de esta
historia es que la científica al exponer los resultados al mundo en una rueda
de prensa dijo que encontró que el cerebro de Einstein tenía más células Gliales por neurona que
cualquier otro ser humano. Estas células sirven de apoyo a las neuronas en el
procesamiento de la información. La doctora Diamond finalizó su intervención
con una sentencia que a muchos nos cuestionó. Resumiendo, la científica dijo
que habían dos explicaciones para el desarrollo “anormal” del cerebro de Einstein: la
primera, y menos incómoda para el resto de los mortales, es que Albert Einstein
nació privilegiado por la naturaleza, lo que es muy poco probable dadas las
evidencias y el promedio de las personas. La segunda explicación, y muy
incómoda para el común de nosotros, es que este científico prodigioso nació
como un niño normal, pero que su curiosidad por el mundo lo llevó a que
desarrollara más células Gliales y su cerebro por ello fuera notoriamente
diferente al resto, es decir, que cualquiera podría desarrollar las capacidades
mentales de Einstein si se decidiera a darle rienda suelta a su curiosidad, pero
a la gran mayoría de nosotros nos falta algo que a Albert le sobraba: autodisciplina y autorregulación.
Definitivamente todos
los humanos vivimos en un mundo con infinidad de estímulos, entre ellos, la
opinión que nosotros mismos y otros tienen de lo que somos, lo cual es inevitable.
Algunos procesan toda la información que les llega, acumulan datos inservibles
y se confunden en dilemas vacíos, otros en cambio deciden filtrar dicha
información y sólo procesar aquella que les es útil para su autorrealización,
es decir, procesan aquella que les es halagadora, y dejan pasar aquella que los
ataca y no les aporta para avanzar. Para lograr esto se necesita desarrollar
autonomía a través de la metacognición (pensar acerca de lo que pensamos) y la
metaemoción (regulación de nuestras emociones, sensaciones e impulsos a
voluntad), lo cual no es sencillo, pero posible para aquellos que se empeñan en
lograrlo.
Resultado de la
autonomía, y teniendo claridad sobre lo que queremos y nos conviene para
autorrealizarnos, las personas podemos desarrollar una capacidad asombrosa de dirigir la atención y filtrar la información del ambiente, lo cual puede llegar incluso a
afectar nuestra genética. La Epigenética ha demostrado que el hecho de heredar
un conjunto de genes no es suficiente para hacer predicciones de cómo seremos,
pues estos tienen una especie de interruptor bioquímico que solo se enciende si
el ambiente lo favorece, es decir, que es afectado por la forma en que
pensamos, lo que comemos, lo que aprendemos, la estimulación y lo que filtramos
a nuestra mente, en consecuencia, da lo mismo si nacemos con ellos o no, si el
ambiente no los favorece.
Los más recientes
estudios del cerebro nos explican que este órgano es plástico, que se
transforma hasta el último día de nuestras vidas, que no es estático como se
pensaba, y que el nivel de su transformación depende de la estimulación, el
ambiente y la forma de percibirnos a nosotros mismos.
Queda entonces
cuestionarnos si preferimos quejarnos de nuestras circunstancias y “suerte”, o
ponemos manos a la obra, dejamos la pereza mental y asumimos la responsabilidad de transformar nuestro cerebro; uno de nuestros mayores privilegios como seres vivos.
Buen día Iván,
ResponderEliminarMuy interesante la publicación, me atrae principalmente la propuesta de trasformar la información que adquirimos, en definitiva tenemos a nuestro alcance las herramientas para autorrealizarnos en el momento que queramos, a este respecto te puedo sugerir ampliar un poco la información desde los viajes mentales en el tiempo (proceso directamente relacionado con la memoria) respecto al futuro, esta temática es nueva en el país y seria pertinente darla a conocer por estos medios. Estudios han demostrado que la memoria prospectiva de la mano de la episódica y la semántica permiten a nuestra especie generar control voluntario en cuanto al futuro personal y no personal, y dentro de otros tantos estudios también se concluyó que esta facultad humana está fuertemente asociada con la toma de decisiones, la auto iniciación y la planificación, entonces en relación con tu publicación, considero que si somos conocedores del funcionamiento de la memoria en nuestro cerebro, seguramente se nos facilitará comprender todos los procesos que requiere la generación de células nuevas. Espero entonces que este comentario sirva para motivar a tus lectores en la "exploración" del cerebro.
Gracias Natalia por el aporte que nos haces... es un tema que no conozco a profundidad, pero que cuanto antes investigaré. Si tienes bibliografía o autores que nos puedas recomendar sería perfecto. Mil gracias por leernos.
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