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jueves, 19 de abril de 2018

Mentes y mandarinas. Inteligencia ignorada


Mentes y mandarinas. Inteligencia ignorada






Nuestro concepto popular de lo que es la inteligencia nos ha llevado a creer que tiene que ver con la cantidad de conocimiento teórico que una persona tiene, dejando a un lado grandes mentes que aunque no hayan tenido mucho contacto con la academia, poseen habilidades cognitivas, cognoscitivas y de resolución que representan maravillosamente la inteligencia humana.


Hace algunos años tuve la oportunidad de trabajar en un municipio del Valle del Cauca (Colombia) como psicólogo de su único hospital. Es un pueblo, que a pesar de ser del Valle, es de los pocos de este departamento que se ubica en las montañas (Cordillera Occidental de los Andes colombianos), razón por la cual tiene un clima frío y por ello en sus tierras crecen frutos que no se dan fácilmente en otras regiones de Colombia. Uno de estos es la mandarina, que a lo largo de toda su zona rural crece de manera natural y silvestre, por lo que es normal ver árboles de este fruta repletos de mandarinas que caen al suelo y en él se pudren porque nadie las recoge, excepto aquellos foráneos que, como yo, nos sentíamos en el paraíso de las frutas gratis.

Contrariamente en la ciudad las mandarinas son un fruto costoso y en una heladería o restaurante su jugo es tal vez de los más costosos. Esta situación peculiar me recuerda espacios como los barrios vulnerables o incluso colegios; donde los modelos pedagógicos o la sobrepoblación de alumnos hacen que mentes prodigiosas caigan al suelo y se pudran sin que nadie se percate de su grandeza.

En mi experiencia trabajando con población de adolescentes en conflicto con la ley, que además están privados de la libertad, he podido toparme con genios increíblemente ignorados por el sistema y sus familias, pasando desapercibidos con capacidades que muchos quisiéramos tener y que ellos adquieren de manera natural por sus condiciones de vida en la infancia y la adolescencia. Resulta que algunos de los niños más vulnerables de este país nacen con carencias materiales y adultos negligentes a su “cuidado” que los llevan desde pequeños a tener que subsistir y adaptarse a un mundo inmisericorde ante su fragilidad. Desde muy niños deben aprender a esquivar personas y situaciones para no ser abusados de todas las formas posibles, además de aprender a consumir sustancias psicoactivas (SPA) a tempranas edades para desconectarse de sus brutales realidades. Todo esto ayuda a que sus cerebros desarrollen conexiones que pocos llegamos a tener. Lastimosamente esta forma de perfilar el cerebro es inadecuada por el riesgo emocional, físico y de salud que implica, y no todos llegan a la adultez, además del riesgo mortal que implica entrar en el mundo de las drogas ilícitas.

En fin, estas mentes superdotadas son hermosas y prodigiosas, capaces de memorizar, analizar, leer grandes cantidades de información escrita, producir conocimiento y lo mejor, capaces de aplicar eficientemente el conocimiento de manera directa en la realidad, pero son la mayor de las veces desperdiciadas y obviadas por el sistema ya que no tiene la capacidad de visualizarlas o porque algunos funcionarios consideran que un adolescente que ha sido consumidor de SPA y ha tenido poca escolaridad no puede ser dueño de un súper cerebro basados en el paradigma de que pasar por una escuela es garantía de desarrollar inteligencia.

En mi experiencia con adolescentes y jóvenes vulnerables y además consumidores de SPA, he visto escritores de poesía, devoradores de libros, artistas pintores, grandes músicos, meditadores, pensadores y genios emocionales que maravillan con sus palabras y hechos. Desafortunadamente nuestra sociedad no tiene la capacidad para detectar estas mentes inmensas y las desperdicia como las mandarinas en aquel pueblo del Valle del Cauca, tal como dice una hermosa canción de rock en español de Duncan Dhu llamada “En algún lugar” en uno de sus apartes “… y en las sombras mueren genios sin saber de su magia concedida sin pedirlo mucho tiempo antes de nacer”.

No sólo es el sistema, también somos las personas, los ciudadanos, los que debemos hacer una revolución y dejar los prejuicios, dejar la ceguera que nos impone el sistema, abandonar la creencia que supone a la academia dueña de la exclusividad de la inteligencia, la inteligencia también está en la calle, en la vida cotidiana, y en especial en las mentes que a la fuerza se han adaptado so pena de morir en el intento. Debemos, de alguna manera aprender a identificar estos prodigios, para lo cual debemos dejar los moldes que nos imponen algunos, los padres y los profesores debemos estar preparados para ver más allá de lo aparente, saber identificar los gritos de auxilio de los niños y adolescentes que con sus conductas rebeldes nos instan a reaccionar. Ellos deben ser los protagonistas de esta historia, no los modelos educativos arcaicos llenos de evaluaciones y teoría insulsa. Los jóvenes tienen la capacidad de enfrentar lo que los adultos no hemos podido, pero necesitan la oportunidad de demostrarlo.


Iván Rendón Giraldo
Psicólogo de Habitus
 

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