La
educación de mala calidad, una moral débil y construida por los medios de comunicación, y la incapacidad de distinguir entre lo bueno y lo importante,
llevan a una sociedad como la nuestra a desperdiciar una de sus mayares
oportunidades para respetar la vida, ser más equitativos, y escucharnos entre
todos para construir el país que soñamos para nuestros hijos y nietos.
Una antigua historia
cuenta que dos monjes que caminaban de un pueblo a otro, al llegar a la orilla
de un riachuelo, que debían cruzar para seguir el camino, se encontraron con
una hermosa dama; que por sus ropas largas dudaba en pasar dicha corriente de
agua. Uno de ellos le propuso a la dama que se subiera en sus hombros y que él
la llevaría hasta la otra orilla, lo cual ella aceptó. El otro monje, más
conservador que el primero, no estuvo de acuerdo con lo que vio, pero
permaneció en silencio. Luego de haber descargado a la dama prosiguieron su
camino, y luego de cierto trayecto el segundo monje no soportó su indignación e
inició sus reproches a su compañero de camino
por haber cagado en sus hombros a una mujer, argumentando sus votos de
castidad, la prohibición de tener contacto con mujeres, el acercarse tanto a la
tentación, y otras más, lo cual hizo por varias horas de camino, mientras que
su compañero escuchaba sin refutar. Luego de tantos reclamos por parte de su
compañero, el primer monje rompió el silencio y parando en el camino soltó esta
sentencia a su amigo: “De cierto te digo que yo bajé de mis hombros a esa mujer
hace ya varios kilómetros, pero tú la llevas encima todavía”.
Esta educativa historia
se me asemeja a lo que nos viene pasando en Colombia a partir del Acuerdo de
Paz con las FARC y la posterior participación de éstos en política para las
elecciones de 2018. Pues a pesar de que el gobierno, las fuerzas armadas y el
grupo armado subversivo llegaron al acuerdo de darse la mano, aceptando así que
ninguno de los dos bandos venció al otro, y que en las votaciones del
Plebiscito para la implementación de los Acuerdos se observó que la población
campesina y la de la provincia (los afectados directamente por el terrorismo)
votó en su gran mayoría por el SÍ, son la clase política, los terratenientes,
los empresarios, las iglesias recalcitrantes y los que menos leen, los que desaprueban
el proceso, piden que se cambie todo el Acuerdo, y son violentos con los miembros
del nuevo partido de FARC cuando éstos hacen proselitismo.
Se me antoja que aquí
pueden estar influyendo varios factores, entre ellos una doble moral que nos
lleva a creer que podemos estar de acuerdo con salvaguardar la vida, pero solo
la nuestra, porque la de los soldados, guerrilleros y campesinos puede ser
sacrificable para poder saciar la sed de rabia y “venganza” de los que no van a
la guerra. Otro factor puede ser nuestra evidente incapacidad, como sociedad,
de priorizar lo importante, en este caso poner por encima de la gran
oportunidad de dejar de matarnos entre nosotros, perdonar e iniciar desde cero
con la oportunidad de escucharnos y pavimentar el camino del amor para las
generaciones futuras, por la de ver
quién gana una guerra desalmada. Y otro de tantos factores puede ser nuestra
pésima educación en habilidades para la vida (personales y sociales), ya que la
gran mayoría de las personas del común que piden a gritos cárcel para los ex guerrilleros
y su no participación en la política, no tienen la menor idea de lo que están
pidiendo y sus consecuencias, son personas con escaso criterio, pésimas
lectoras, que sin un sentido crítico frente a lo que escuchan se dejan llevar
por las intenciones perversas de aquellos a quienes la guerra lucra y
beneficia, tragan entero noticias por no atreverse a pensar con lógica, y como
dice la historia de los dos monjes, siguen creyendo que tiene derecho a juzgar,
aun cuando los directamente implicados en la guerra se dieron la mano y
decidieron que la muerte no era la salida a sus diferencias, que debían
perdonar y escucharse.
Si los que han sufrido
directamente los vejámenes de la guerra, ha perdido a sus seres queridos, han
visto la muerte habitar con ellos en sus pueblos, campos y casas, se dieron la
mano, ¿qué nos faculta a los demás para no perdonar y seguir hambrientos de
venganza?
Iván Rendón Giraldo, psicólogo.
Excelente reflexión para un país que se consume en el odio por aquellos eventos que no les tocó vivir, que asumen las esquirlas de una memoria fracturada como propia y que en últimas terminan siendo cómplices de aquello que dicen repudiar.
ResponderEliminarInteresante, espero poder leer más artículos.
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